Jorge Fuentes. Embajador de España.
Un año más -¡y van treinta!- acaba de celebrarse la entrega de los Goyas, la gran fiesta del cine español. Una ceremonia, como siempre demasiado larga en la que sobraban magos, números de baile y excesos verbales del presentador. Dos horas de espectáculo hubieran sido suficientes en lugar de las tres horas y pico aparte de las otras dos de desfiles por las alfombras rojas.
¿Por qué creen ustedes que va a ser recordado este trigésimo aniversario? Ciertamente no por el discurso del presidente de la Academia, tan mal leído como a veces interpreta Antonio Resines sus papeles. Tampoco por las buenas cuentas que parece dar este año el cine español con 145 películas producidas, algunas de ellas de indudable mérito como Truman, La novia, A cambio de nada o Un día perfecto. Ni siquiera por la presencia de varios artistas oscarizados como Tim Robbins, Juliette Binoche o los Bardem, ni tampoco por las bromas de Andy Rivera o los vestidos de las estrellas.
Los Goyas de este año serán recordados por su politización ‘light’. Allí estaba como de costumbre, el sufrido Ministro de Cultura aguantando estoicamente el chaparrón, sonriendo por no llorar cuando oyó reclamar por enésima vez la reducción del IVA cultural. Pero sobre todo allí estaban tres de los cuatro líderes políticos del momento -Sánchez, Iglesias y Rovira- y la alcaldesa de Madrid que significativamente se llevó la mayor ovación de la velada.
Por estas últimas presencias será identificada la ceremonia y sí mucho me aprietan diré que el rasgo diferencial de la velada fue el smoking de Iglesias. Rivera también lo llevaba pero el suyo no sorprendió a nadie.
Iglesias estaba infame con su smoking, seguramente de alquiler y varias tallas demasiado grandes. Dejó en ridículo a Pedro Sánchez que iba descorbatado para no pecar de ‘casta’ y dejó en evidencia el afán del líder de Podemos de hacer la pelota al mundo del espectáculo, denigrando por añadidura la figura del Rey ante quien aparece siempre en mangas de camisa.
El cine español es modesto, apenas representa una minúscula fracción del PIB del país, una propina comparada con las cantidades arrambladas por los corruptos. Pero curiosamente la izquierda se desvive por atraerse a ese colectivo, en especial a los actores y actrices, conscientes de su fuerte repercusión social. Recuerden a las nubes de titiriteros que imitaban la ceja arqueada de ZP.
Pero hablando de titiriteros y de la alcaldesa de Madrid. Es difícil creer que se tenga ideas tan nefastas en el gobierno de una ciudad: que las madres de los colegiales vayan a limpiar las escuelas, que los jóvenes universitarios recojan los botellones tras los fines de semana, que los niños hagan otro tanto con las colillas que inundan la capital, que se ridiculice la cabalgata de los Reyes Magos, que se mantenga la ciudad insoportablemente sucia. Y que a pesar de todo ello, la señora Carmena reciba la mayor ovación de la noche precisamente cuando acaba de estallar el escándalo del espectáculo de marionetas para niños en que se viola a una monja, se ahorca a un juez, se acuchilla a un policía y a una mujer embarazada (símbolo de la familia) y por si ello fuera poco, se enaltece el terrorismo con un cartel que reza GORA ALKA ETA (un injerto entre Al Qaeda y ETA).
¿Estamos perdiendo el juicio? Jugamos con fuego y nos vamos a quemar.






























