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lunes, 22 de diciembre de 2025 | Última actualización: 23:02

Más, a Mas

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

Reconozco mi saturación respecto al tema catalán. Ya tolero poco el calor estival, para que se incluya a esta insoportable canícula, el máximo desafío al que se enfrenta nuestra maltraída España. El intento de secesión de un enclave como el catalán, tan decisivo en la configuración histórica de nuestro Estado en los últimos cinco siglos, no se ciñe únicamente a un debate de carácter político. Multitud de aspectos se superponen en una encrucijada de gran complejidad, en donde cuestiones transcendentales como la economía, las inversiones, las infraestructuras, el tejido empresarial, las instituciones docentes,...y en definitiva todos y cada uno de los contextos en los que convive, crece y se desarrolla una sociedad, se encuentran sesgados por un fuerte polarización soberanista, sin un ápice de un sosiego tan ausente como necesario.

Esta semana las distintas fuerzas de corte soberanista-independentista, han confluido junto a entidades cívicas (la Assemblea Nacional de Catalunya y Ómnium Cultural) en la elaboración de una Lista Electoral, toda ella integrada por los dirigentes de Convergencia Democrática de Catalunya y de Esquerra Republicana, acompañados de los máximos representantes de la denominada "sociedad civil". Muy bien, muy estupendo y muy de todo, pero en la realidad del día a día, en la gestión de la máxima capacidad de autogobierno que ha tenido Cataluña en toda su Historia, ¿cómo demonios se traduce? Hasta la fecha en muchos planes de actuaciones conjuntos, en mucha multitudinaria manifestación, en muchos sesudos Informes referentes a "creación de estructuras de Estado", en muchas "Hojas de Ruta" una vez proclamada la denominada "Declaración Unilateral de Independencia", ....mucho algoritmo político y escasísima capacidad de gobierno de una sociedad de por sí muy tocada por la crisis económica. El próximo 27 de septiembre, fecha en las que se encuentran convocadas las elecciones "plebiscitarias", el Parlamento electo no tiene capacidad de maniobra para constituir un nuevo Estado. Cuestión que conocen muy bien los auspiciadores de la Lista Unitaria, por mucha retórica con la que se pretenda revestir la operación independentista en ciernes.

El paladín de este proceso, Artur Mas, sabe que no puede apearse de un tren que él mismo ha puesto en marcha, y a una velocidad incontrolable. Su supervivencia política va en ello, y sabe mejor que nadie, que debe afrontar un triple desafío: la legalidad constitucional española, contundente en cerrar la vía a interpretaciones sesgadas contra su misma esencia; la legalidad internacional, extraordinariamente reticente a admitir en su seno a nuevas entidades políticas sin un aval previo de legitimidad (y la Unión Europea califica la cuestión catalana como un "problema interno español"), y el aval social del conjunto de la ciudadanía catalana, en la cual existe un sentimiento mayoritario de afirmación soberanista, no alcanza un porcentaje lo suficientemente alto para sustentar una ruptura total con España. Un paso de esa envergadura, debe concitar un concitar una aprobación, si no unánime, por lo menos sí general.

En un contexto de envalentonamiento del President Mas, hay que rascar un poquito para darse cuenta de los inmensos problemas económicos, sociales e institucionales que la Lista Unitaria deja sin resolución, más allá de una gaseosa dialéctica que sólo puede contentar a los muy partidarios. Frente a un Mas que intenta ir a más, recomiendo tres principios: firmeza (no confundir con cerrazón y con la máxima del diálogo siempre presente), legalidad (la Constitución y las leyes se encuentran vigentes para su eficaz cumplimiento) y la más necesaria: imaginación. Si la política comprende la ciencia de lo imposible, ya puede disponer el actual Gobierno y el que le suceda de una amplia capacidad de reacción política, en aras de afrontar un delirio que se pretende plantear como solución, cuando no es más que un problema. Y a los problemas, soluciones.