Jorge Fuentes. Embajador de España.
La semana que acaba hoy ha sido, probablemente, la más complicada que ha vivido la democracia española. Reuniones, conversaciones, negociaciones y pactos han configurado más de 8.000 municipios y casi todas las autonomías, de las formas más variadas que quepa imaginar. Poco que objetar ya que el nuevo rostro regional, para bien o para mal, es el resultado aproximado de la voluntad popular que mostró su desafección por el PP y también por el PSOE. No debemos ignorar que el voto fue encomendado fragmentariamente a varios partidos que comparecían separadamente y no a los contubernios legítimos pero a veces contra natura que se han formado a posteriori.
Mientras España avanza en su año repleto de elecciones, el mundo sigue su curso. En Bruselas los días 10 y 11 tuvo lugar una cumbre de 61 países (28 de la Unión Europea y 33 de América Latina) que representan a 1.000 millones de habitantes, la mitad de los países del G/20, siendo la UE el primer grupo inversor en Iberoamérica y su segundo socio comercial.
En la cumbre de Bruselas hubo dos ausencias notorias: el cubano Raúl Castro y el venezolano Nicolás Maduro. Si a Castro le van bien las cosas después del restablecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, Maduro está sumido en el desprestigio y sometido a un embargo norteamericano.
El caso de Venezuela es de manual. Uno de los países con mayores reservas petrolíferas del mundo, pero que, como consecuencia de una pésima política, se está convirtiendo en uno de los parias de Latinoamérica con niveles democráticos deplorables que muestran un escenario plagado de manifestaciones callejeras, crímenes políticos y encarcelamientos escandalosos de líderes de la oposición.
Para intentar defender la causa de esos políticos encarcelados injustamente, el ex presidente Felipe González viajó a Caracas intentando entrevistarse con los disidentes López, Ceballos y Ledezma y asistir a sus juicios cosa que le fue denegada.
Tras conversar con sus familiares, con miembros de la oposición y con abogados de los políticos, González decidió salir del país con la inviable promesa de volver si variaba la actitud de las autoridades respecto a los presos.
Hay que aplaudir el gesto valiente de nuestro ex presidente que decidió por propia voluntad y de forma altruista meterse en una situación de alto riesgo. La visita a Caracas irritó profundamente a Maduro y sus leales cosa que es fácilmente comprensible, que no justificable. A muchos españoles les molestaba cuando líderes internacionales criticaban abiertamente el régimen franquista y hacían campaña a favor de su oposición. Recuerden el caso de Olof Palme recaudando fondos en apoyo del anti franquismo.
Apoyar a los pueblos oprimidos por dictaduras es algo que honra a quienes toman tales decisiones y a quienes las ejecutan. Recuerdo que en no pocas ocasiones antes de la caída del Telón de Acero, acompañé a Ministros españoles a entrevistarse con disidentes de Europa del Este y no olvido cómo aquellas personas –hoy políticos e intelectuales de prestigio en sus paises- agradecían el ánimo que se les transmitía, que les permitió llegar hasta la transformación política de esa parte de Europa.
Esperemos que los presos venezolanos hayan tenido conocimiento de que al menos en España no les hemos olvidado. Que mantengan la esperanza de que hay un futuro mejor para Venezuela. Y bravo otra vez a Felipe González.






























