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sábado, 20 de diciembre de 2025 | Última actualización: 21:27

Así sí

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

Aviso para los adictos a la trepidante actualidad; no voy a tratar ni de los resultados electorales, ni del rompecabezas de los pactos de gobierno en los distintos Ayuntamientos, ni mucho menos de la soporífera línea de negociación que están llevando a cabo Ximo Puig, Mónica Oltra y los colegas de Podemos (tranquilos que acabarán poniéndose de acuerdo, el poder aúna mucho) en aras a conformar el nuevo Consell de la Generalitat,...ni tampoco el Triplete alcanzado por el invencible Barça este pasado sábado.

Me refiero a algo mucho más prosaico: ¿se acuerdan qué ocurrió en estas mismas fechas el pasado año 2014?, en concreto el día 2 de junio. El país se vio sacudido por una noticia del todo inesperada: el Rey Juan Carlos I abdicaba la Corona tras 38 años, 6 meses y 13 días de reinado. En una jugada límite, el viejo monarca dejó paso al actual Felipe VI, en un intento de poner fin a la desafección que amplias capas de la sociedad desarrollaron hacia el Rey emérito a lo largo del último bienio de su reinado.

La Corona, sin mancha hasta a la fecha, se vio lanzada a una serie de actuaciones (y acusaciones) que rompieron la garantía de su supervivencia: la aceptación social. Inoportunas aficiones cinegéticas, amistades con curvas peligrosas y caras influencias, yernos desaforados e hijas imputadas en las corruptelas del deportivo marido; colmaron la paciencia de una quemada ciudadanía. Juan Carlos I, tendrá algunos defectos pero también le viene de raza, una innegable cualidad: el instinto de supervivencia junto a un innato sentido del deber histórico. Supo (o le hicieron saber) que llegaba el momento del relevo.

Todavía debe transcurrir un cierto período de tiempo para conocer con cierta profundidad, las piezas maestras de la abdicación del anterior monarca. Lo importante a mi juicio, es el nuevo tiempo alejado de la confrontación, que el nuevo monarca ha conseguido imbuir a la Corona. Felipe VI, desde el 19 del pasado junio, mantiene la cercanía a la gente, dentro de un perfil de utilidad institucional como puente entre los distintos protagonistas de la vida política nacional, y cauce de encuentro de instituciones del Estado y sus integrantes. El Rey Felipe no ha dejado de situarse en los puntos de reunión de importantes foros económicos, ni tampoco abandona su interés por concitar encuentros y acuerdos entre fracciones contrapuestas.

La Corona torna a sus primeros tiempos: sobriedad, apertura comunicado las actividades que se van a desarrollar, y con plena voluntad de no caer en las actitudes contrarias a una buena imagen pública. El Rey simboliza la unidad del Estado, con las libertades que todos los españoles tienen reconocidas en la Constitución. Sin grandes acciones ni escenarios, los actuales Reyes Felipe y Letizia disponen del rumbo de la nueva etapa de la Historia. Su preparación acredita su empuje. Todo ello, se puede condensar en dos palabras, Majestad: Así, sí.