Enrique Domínguez. Economista.
Aunque estemos en plena campaña electoral, mi comentario al hablar de los riesgos no va sobre la necesidad de estabilidad en los nuevos gobiernos municipales y regionales y, algo más adelante, en el del país para que la recuperación se consolide y afiance.
Sin embargo, sí quiero señalar que para mí el problema no son los partidos, nuevos o viejos, sino la capacidad de sus dirigentes para saber consensuar aquellos temas fundamentales para el ciudadano y para mirar más allá de su propio partido. Pero me temo que esto es predicar en el desierto, hablar por no callar.
Es innegable que muchas de las grandes cifras macroeconómicas son mejores (o menos malas, para mí) que hace un año: crecimiento económico, déficit, paro registrado, número de contratos, ingresos fiscales, la cotización del euro, las previsiones de Bruselas, del FMI,…; otras mantienen su comportamiento positivo, como las exportaciones e importaciones, el turismo; y algunas otras siguen evolucionando negativamente, como la deuda pública, la tasa de inflación, la falta de crédito, la dualidad en el empleo y su precariedad, la desigualdad o la economía sumergida.
Si importante es resaltar lo positivo que tenga la actividad económica a fin de poner algo de alegría en el entorno negativo en el que nos movemos, también lo es el ofrecer al ciudadano todos los elementos posibles, favorables o desfavorables, para que éste juzgue. Lo que ocurre es que pocas personas, y me temo que prácticamente ninguna en periodo electoral, hacen esto; prefieren “reflexionar” por el ciudadano y dárselo todo hecho. De ahí, seguramente, las afirmaciones que sobre la recuperación, real o ficticia, estamos y estaremos escuchando o leyendo en los próximos días y meses.
¿Realmente todo va tan bien como para pensar que la crisis ya ha pasado y que enfilamos clara y sólidamente la senda de la recuperación, pudiendo crecer hasta un 3% en 2015? Es curioso porque, hace unas semanas, en un medio castellonense, el conseller Buch señalaba que la crisis terminaría cuando la tasa de paro se situara en el 12%. Y hay que recordar que en este momento, según la Encuesta de Población Activa del primer trimestre de 2015 estamos en el 25,69% en Castellón, en el 24,28% en la Comunidad Valenciana y en el 23,78% en España.
Las exportaciones, cuyo buen comportamiento permitió una cierta actividad en los peores momentos de la crisis, no tienen un futuro claro; nuestros principales clientes tienen problemas: algunos comunitarios, Rusia, los países emergentes, Oriente Próximo. El precio del crudo ha permitido abaratar nuestras compras de este elemento y, también, reducir el coste energético para las empresas; pero, ¿cuánto tiempo durará? Lo hemos dicho muchas veces, exportar por precio es pan para hoy y cierres para mañana.
Algo parecido podemos decir de la cotización del euro que permite vender más en el área del dólar (siempre que ellos quieran y puedan comprarnos). Y esa cotización va a depender del Banco Central Europeo y de la Reserva Federal Norteamericana.
Y dentro de casa, Grecia. De cómo se resuelva este complejo problema va a depender nuestro crecimiento porque, si Grecia sale del euro e impaga los 26.000 millones, aparte del aumento del déficit, nuestra prima y nuestros bolsillos también lo notarán.
Y también resulta un tanto preocupante que los organismos internacionales den tasas de paro en torno al 20% para el 2020 a pesar de la senda de crecimiento prevista.
¿Es, por tanto, sólida y clara nuestra recuperación? ¿Es lícito resaltar sólo lo bueno (o lo malo) para nuestros fines políticos? En economía no se pueden hacer afirmaciones tajantes como dijo un profesor (aunque yo estoy haciendo una, como le espetó un alumno).






























