Recién comenzado el curso pastoral, catequistas y profesores de religión en nuestra Diócesis están convocados para ser enviados por el Obispo a catequizar en las parroquias o de enseñar la religión y la moral católica en los colegios e institutos de todo tipo.
El gesto del envío nos conecta con el mismo Jesús. Como dice el evangelio de Marcos: “Jesús llamó a los que quiso… e instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 13-15). Como a los Apóstoles en su momento, Jesús llama e invita a los catequistas y profesores de religión antes de nada a estar con Él, a conocerlo y amarlo, a ser discípulos suyos y a celebrar y vivir la fe en la comunidad de los creyentes. Esta es la condición indispensable para ser catequista o profesor de religión y la base de toda acción catequética o docente. La fe viva y vivida es el alimento necesario para su tarea diaria y la fuerza para su dedicación y entrega a la misión.
Los Apóstoles fueron enviados por Jesús a proclamar el Evangelio en su nombre y con su autoridad: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15), les dijo. Todo cristiano, por su bautismo, está llamado a anunciar el Evangelio; pero es propio de los Apóstoles y sus sucesores, los Obispos, hacerlo en nombre y con la autoridad de Jesús. Catequistas y profesores de religión participan de un modo especial de este ministerio de los Apóstoles en el proceso de la iniciación cristiana, en la trasmisión de la fe y en la clase de religión.
Catequistas y profesores de religión actúan en nombre de la Iglesia. Han de anunciar a Cristo y su Evangelio, tal como nos llega en la tradición viva de la Iglesia, para ayudar al encuentro con Cristo vivo a quienes la Iglesia y los padres ponen en sus manos. Se trata de ayudarles a ser discípulos misioneros del Señor en el seno de la comunidad eclesial, a madurar como personas y cristianos, y a saber darse y dar razón de su fe.
Todo catequista y profesor de religión ha de cuidar la vivencia y práctica de la fe en el seno de la comunidad eclesial, la coherencia de su vida con la fe y la moral de la Iglesia y ha de ofrecer los contenidos establecidos para la catequesis y la clase de religión. Nadie es obligado a ser catequista o profesor de religión. A quienes desean serlo, se les pide, junto con su capacitación catequética o académica, vivir de forma congruente con la fe y trasmitir la doctrina y la moral que la Iglesia cree y enseña. No hacerlo no es honrado ni justo respecto de los alumnos, los padres, la Iglesia y la sociedad.
Agradezco a catequistas y profesores de religión su entrega y fidelidad a la tarea que la Iglesia les encomienda. Su misión no es fácil. Necesita de mucha paciencia y perseverancia. Su misión no se basa en el éxito fácil e inmediato, sino en la fuerza de la gracia de Dios y el respeto a la libertad del destinatario.
































