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viernes, 19 de diciembre de 2025 | Última actualización: 19:41

El servicio pastoral en la cárcel

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Queridos diocesanos:

El día 24 de septiembre celebramos la fiesta de Ntra. Sra. de la Merced, patrona de las instituciones penitenciarias. Este patrocinio tiene su origen en san Pedro Nolasco, quien tuvo una experiencia mística en la que la Virgen María, bajo la advocación de la Merced, le pidió que dedicase su vida a la tarea de redimir a los cristianos cautivos de los musulmanes y que fundase una orden religiosa dedicada a este fin. Así lo hizo, fundando en 1218 en la catedral de Barcelona la Orden de la Merced. Desde entonces sus hijos, los PP. Mercedarios, se dedican, también entre nosotros, a la atención pastoral de cuantos están privados de libertad en los centros penitenciarios. Ahí podemos ver también el origen histórico de la pastoral penitenciaria en la Iglesia.

Como en el caso de Pedro Nolasco, la presencia y el servicio pastoral de nuestra Iglesia diocesana en los centros penitenciarios se basan en las palabras de Jesús: “venid, benditos de mi Padre… porque estuve en la cárcel y me visitasteis”. Jesús se identifica en este pasaje evangélico con los encarcelados, porque “cuando lo hicisteis con uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 34.36). Ya la Iglesia primitiva mostraba su preocupación por los encarcelados compartiendo su sufrimiento: “Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos” (Hb 13,3).  

La Iglesia y los cristianos no podemos vivir de espaldas a la realidad de las prisiones ni podemos mirar con desprecio o indiferencia a los encarcelados; son, probablemente, los más pobres de la sociedad al estar privados de libertad. A la luz de la Palabra de Dios, hemos de mirarlos con los ojos de Dios y con los sentimientos del corazón de Jesús. Esto nos lleva a descubrir que ellos también son hijos de Dios, creados a imagen y semejanza de Dios, con una dignidad sagrada y unos derechos humanos inalienables; dignidad y derechos que nada ni nadie pueden borrar ni tan siquiera sus delitos, por graves que puedan ser. Todo ser humano debe ser valorado respetado y tratado, no tanto por lo que haya podido hacer en el pasado, sino por lo que es en verdad. El delincuente ante la ley podrá y deberá ser privado temporalmente de la libertad; pero no dejará de ser una persona, un hijo de Dios, una criatura digna del mayor respeto.

Dios ha venido al mundo en su Hijo, Jesús, para salvar lo que estaba perdido. Jesús anuncia en la sinagoga de Nazaret que ha sido enviado para evangelizar a los pobres, proclamar la liberación a los cautivos, liberar a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Para llevar a cabo el encargo recibido del Padre, Jesús come con los publicanos y pecadores para mostrarles la misericordia entrañable del Padre y para invitarles a la conversión de sus pecados. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Cristo entrega su vida, muere y resucita, para liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte, para darnos la verdadera libertad.

Por todo ello, la Iglesia ha de anunciar y proponer a los encarcelados a Jesucristo y el Evangelio, que les ofrece la verdadera libertad. Los capellanes y voluntarios de la pastoral penitenciaria tienen la hermosa tarea de anunciar y ser testigos de la misericordia y del perdón infinitos de Dios. Ayudan a los internos a recuperar su dignidad y la esperanza así como a redescubrir el sentido de la existencia, de manera que, con la gracia de Dios, puedan cambiar en su vida, reconciliarse con su entorno y reinsertarse en la sociedad. La pastoral penitenciaria no puede limitarse a la atención humana, a la ayuda espiritual de los reclusos y al trabajo por su reinserción. También debe tener muy en cuenta el sufrimiento de las víctimas de actuaciones delictivas y de la situación de los familiares de los presos. En muchos casos, las víctimas y la familia del recluso viven su dolor en la mayor soledad.   

En el día de su patrona saludo de corazón a los internos e internas en los centros penitenciarios de Castellón de la Plana y de Albocasser; sabéis que os llevo en mi corazón y rezo por vosotros, aunque sólo puntualmente pueda visitaros en la cárcel. Saludo también a los PP. Mercedarios, a los capellanes y voluntarios; os agradezco vuestra entrega y dedicación a los presos. Mi saludo se extiende también a todos los funcionarios de los dos Centros Penitenciarios; gracias por vuestra acogida y por vuestro apoyo a nuestra tarea pastoral. A todos os deseo una celebración gozosa del día de la Merced.

Con mi afecto y bendición.