Jorge Fuentes. Embajador de España.
En estos días en toda Europa, desde Polonia donde escribo estas líneas, hasta España donde me encontraré cuando se publiquen, se habla principalmente de dos cuestiones: las elecciones europeas y la crisis de Ucrania, asuntos ambos que he tratado repetidamente en este diario. Inevitablemente hay que volver sobre ambos asuntos que, por añadidura, se encuentran profundamente vinculados.
En Polonia, detecto una gran apatía respecto a las elecciones que tendrán lugar mañana día 25 en que se prevén unos índices de participación escandalosamente bajos (alrededor del treinta y tantos por cien), aun más bajos que en España en que ya pronostiqué hace meses que no alcanzaríamos el 50% y parece nos vamos a quedar más cerca del 40%.
Que dos países como España y Polonia estén perdiendo interés por la idea de Europa es grave pues ambos se encontraban entre los más entusiastas defensores de la europeidad de entre los 28 socios y da escalofrío pensar en lo que ocurrirá en países como Reino Unido, Francia o Países Bajos.
Craso error hacer oído sordo a los temas europeos decisivos para el día a día de cada estado miembro y también esenciales para lo que pueda ocurrir en nuestro entorno inmediato, por ejemplo, lo que sucede en Ucrania. Nos sorprendemos de la pasividad europea respecto a aquella gravísima crisis. No deberíamos: la inacción europea es consecuencia inmediata del propio distanciamiento del ciudadano de los países de la Unión respecto a lo que se refiere a ella. Si no votamos el día 25 escudándonos en un malestar respecto a los políticos nacionales, tampoco podemos esperar gran cosa de lo que Bruselas haga o deje de hacer respecto a los socios o a los vecinos.
No duden que lo que ocurre en Ucrania es grave. Afectará y mucho al sector energético de los países clientes de Rusia –entre los que España no se cuenta- , afectará a la economía y sector financiero de todo el continente y al mundo entero que podría recaer con más profundidad en la grave crisis de la que empezábamos a salir.
Es cierto que Ucrania no ha hecho bien las cosas. Descontenta con el liderazgo de Yanukovich, un presidente pro-ruso legítimamente elegido, aunque perdiera gran parte de su legitimidad por pilotar un régimen cleptocrático en el que el propio líder se enriqueció con no menos de dos o tres mil millones de euros colocados en cuentas en Suiza y Austria, el pueblo aprovechó una decisión presidencial anti-europea y pro-rusa para estallar y proceder a su relevo nombrando un gobierno provisional que espera ser también revalidado en una consulta popular el mismo día 25 de Mayo.
Naturalmente, la importante minoría pro-rusa del país se sintió vejada y el resultado es bien conocido: retrocesión de Crimea a Rusia y consulta en varias localidades con mayoría rusa que se han pronunciado a favor de la independencia respecto a Kiev.
Moscú hace gestos de moderación: aleja sus tropas de la zona fronteriza con Ucrania, desalienta (¿con la boca pequeña?), aunque sin éxito, la consulta de las ciudades separatistas y no elude el diálogo con Europa y los Estados Unidos. Todo ello sin ocultar el disgusto que le produjo la revuelta de Kiev que defenestró a Yanukovich.
Putin está deseando impulsar su país que por primera vez desde la ruptura de la URSS, empieza a levantar cabeza. Su política exterior puede dibujarse en torno a tres círculos concéntricos: el primero y más amplio de ellos cubriría el mundo entero y su objetivo sería buscar la paz y conciliación pero sin perder las oportunidades de reforzarse y captar amigos a costa de las contradicciones en el mundo occidental. El segundo círculo estaría compuesto por los antiguos aliados del Pacto de Varsovia, sin cuestionar la integración de éstos en la OTAN y en la UE, pero procurando que su participación militar sea de baja intensidad. El tercer círculo lo componen las antiguas repúblicas de la ex URSS que –con la sola excepción de los tres bálticos- occidente no debe tocar.
Estos círculos rusos explican cuanto está ocurriendo en Ucrania ¿Solución? Puesto que la guerra está excluida ya que nadie la quiere, empezando por la propia Rusia, habrá que ir a una internacionalización del problema con explícito acuerdo de Ucrania de alcanzar una solución y sin dar a Rusia la impresión de que el país vecino es parte de su imperio.
La crisis será larga y probablemente acabará con una reordenación territorial del país en que las ciudades con mayoría rusa tengan un alto nivel de decisión. Puede ello alcanzarse a través de una fórmula autonómica o federal. No es una solución ideal puesto que el país en su flanco oriental, quedaría plagado de enclaves disidentes. Pese a los inconvenientes de esta solución, en este momento no se vislumbra ninguna otra.
Por Ucrania, por Europa y por cada uno de los países miembros, debemos votar el 25.































