José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.
Durísimo el debate que estamos viviendo estos días a raíz de la difusión de comunicados a través de las redes sociales: unos son delitos y otras actuaciones inmorales sin más, todos ellos en relación al execrable asesinato de la presidenta de la Diputación de León.
Obviamente no podemos ni debemos poner puertas al campo, lo decía D. Hilarión en la Verbena de la Paloma, "la ciencia adelanta que es una barbaridad"; las redes sociales incorporan innovaciones tecnológicas día a día, minuto a minuto , de tal modo que la transmisión de opiniones, criterios, puntos de vista, todo ello impecable y no reprochable en defensa de la libertad de expresión acontece hoy con rapidez, facilidad, sencillez y además con una repercusión mediática inmediata , importante e imponente.
Ahora bien, ha ocurrido en este lamentable caso algo más y es que los medios de comunicación clásicos, periódicos de tirada nacional han sido las verdaderas redes sociales en alguna de las ocasiones, el amplificador.
Hay en Twitter quien solo tiene 20 seguidores que son los únicos que se enteran de lo que un ‘anti sistema’ ha dicho y si no hay interés mediático en el asunto o no interesa que se difunda queda ahí, pero en este caso no ha sido así.
Ha sido positivo que haber puesto una multa pecuniaria a uno de los autores y además haber puesto a disposición judicial algún otro hará pensar en ocasiones futuras a ese colectivo que no está dentro del sistema y que si tiene acceso a las redes sociales y a los el sistema les importa un rábano, que no todo está permitido en las redes sociales, que no se es impune por publicar en redes sociales, pues estas no dejan de ser exclusivamente el medio, no el mensaje.
Recuerdo con coraje y vergüenza de español cuando no hace tanto en localidades del País Vasco se señalaba por parte de unos a otros con el signo de la pistola y el discurso "ETA mátalos". El medio era el lenguaje, la coacción, pero el mensaje era "aprobamos y apoyamos las acciones de estos asesinos" y no hay nunca, bajo ningún concepto, motivo suficiente para que nadie apruebe o decida la muerte de otra persona, y mucho menos alegrarnos cuando lamentablemente acaecen.
No agrandemos el problema, no son necesarias entelequias filosóficas sobre si estamos asistiendo a una pérdida de valores de nuestra sociedad, de por qué un sector de nuestros jóvenes no son capaces de respetar el asesinato de una persona, da igual pública o privada, da igual que el origen sea pasional, una venganza o accidental; lo que realmente nos ha de preocupar y ocupar es como hemos consentido por dejadez o comodidad que esa no tan delgada línea roja haya sido traspasada por tantos y en tan poco tiempo sin hacer nada; eso ya ha ocurrido, y las redes sociales nos lo están mostrando en toda su crudeza.































