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domingo, 28 de diciembre de 2025 | Última actualización: 21:34

Europa invertebrada

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Han pasado diez años desde aquel infausto 11-M que causó en España 192 muertos, 1500 heridos y cambió el curso de nuestra historia. Siguen sin responderse a muchas dudas sobre los autores intelectuales, las intenciones electoralistas, la posible implicación de ETA, la utilización rastrera del entonces partido de la oposición para acceder al poder. En los eventos ahora organizados al menos los representantes de las víctimas estaban unidos aunque los bandos políticos siguieran esgrimiendo sus penosos argumentos.

Los atentados en España del 11-M de 2004 fueron los más sangrientos de los causados por el terrorismo en toda la historia de Europa y fueron reflejo de un lamentable fenómeno que se está dando en nuestro continente que pese a la construcción de una Unión, sigue careciendo de una cultura común y de una seguridad y defensa adecuadas. Empezando por este último sector cabe decir que los 28 países de la UE tienen unos ejércitos agregados superiores en número al de los Estados Unidos y sin embargo la efectividad militar europea es infinitamente menor que la norteamericana.

Respecto a la falta de una cultura común, no me refiero a que en Europa no haya buenas manifestaciones artísticas, no haya buenos escritores, pintores, dramaturgos, compositores, cineastas etc, que los hay, sino que la UE carece de un espíritu común que pueda ser ofrecido al mundo entero como característico del espacio europeo.

Consecuencia de ello es que los millones de inmigrantes en la Unión no tienen un ámbito cultural en el que integrarse y que por consiguiente, imponen sus culturas de origen que los europeos, basándonos en una tolerancia y flexibilidad mal entendidas, aceptamos de buen grado pese a ser difícilmente compatibles con la construcción europea.

Este fenómeno ya ha tenido consecuencias claras. Por ejemplo, en Bruselas –la capital europea- la religión más practicada no es la católica sino la musulmana. Otro dato: hoy la cifra de inmigrantes en la UE es de 50 millones de habitantes, el 10% de la población de la Unión. Tal cifra no cesará de crecer por una simple razón y es que la población autóctona europea sigue decreciendo y la de los países emigrantes vecinos (Turquía, Egipto, Marruecos, Nigeria, Argelia) y no tan vecinos en Asia y América Latina, siguen creciendo. La lógica más elemental dice que la mano de obra necesaria en la UE será cubierta por la población expulsada por el Tercer Mundo. La imagen gráfica de tal fenómeno es la de un anciano europeo empujado en su silla de ruedas por un inmigrante que por añadidura con sus contribuciones a la seguridad social, le asegura el cobro de sus pensiones.

Muy pronto un tercio de la población europea será musulmana, en especial si Turquía accede a la UE. En Europa proliferarán las mezquitas y los velos de las mujeres. Incluso nuestras representantes, cuando viajan a países islámicos –como lo hizo recientemente lady Ashton a Iran-  deben ir con la cabeza ridículamente cubierta por un velo.

Ese es el trasfondo cultural que ha venido propiciando los ataques terroristas conocidos en Londres, en Estambul y en Madrid. El 11-M frente al 11-S norteamericano probó también algo muy triste: la falta de espinazo moral de nuestros políticos y de nuestro pueblo: en lugar de hacer frente común contra el enemigo, parecieron aliarse con éste para destronar del poder con su voto al partido que lo ostentaba. Esta actitud débil no es exclusiva de España; se vio también en Dinamarca cuando un caricaturista ridiculizó a Mahoma o también cuando el Papa Benedicto XVI reflejó las fragilidades del Islam. Dinamarca y la Santa Sede se quedaron solas ante las durísimas acusaciones musulmanas.

No bastará con ayudar al Tercer Mundo para evitar las emigraciones masivas hacia Europa. Será necesario vertebrar nuestro continente y lograr que quien accede a él lo haga sabiendo que hay unos principios que respetar y acepta las reglas del juego. De nuestro juego.