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domingo, 21 de diciembre de 2025 | Última actualización: 21:27

Cumbre exprés

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Con el gobierno de los Estados Unidos, la gran potencia occidental, hay que llevarse bien. Esta rotunda afirmación no ha sido siempre incontestada y de hecho, en España existe una cierta tendencia a mirar de reojo al "amigó americano" al que con frecuencia consideramos como un nuevo rico carente del estilo clásico que tendríamos los europeos, un advenedizo que nos arrebató los residuos de nuestro imperio (Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam), el que permitiría a Franco morir plácidamente en su lecho.

No fue por azar que Zapatero, a la sazón líder de la oposición no se alzara al paso de la bandera norteamericana en el desfile militar de 2003, en que participaban tropas de los EEUU, ni tampoco que retirara las fuerzas españolas de Irak animando a otros aliados occidentales a que hicieran otro tanto.

Pero las simpatías y antipatías suelen ser recíprocas, de ahí que para los gobiernos más recientes de Washington DC, España se encuentre de baja y haya pasado a situarse cerca de la irrelevancia. No siempre ha sido así.

Pocas veces España estuvo tan unida a los EEUU como durante los gobiernos de Aznar y Bush jr. Eran los tiempos en que en Washington se recibía a nuestro presidente como a un verdadero aliado, cuando junto con Blair estuvimos dispuestos a apoyar la operación de Irak, perfectamente validada por el Consejo de Seguridad de la ONU, aunque la historia haya querido dibujar aquel capítulo con tintes vergonzantes.

Llevarse bien con los Estados Unidos no es sencillo porque una clara política pro norteamericana no da votos en España, especialmente no los da a la izquierda. Pero ésta ha encontrado una argucia para entenderse con la superpotencia: procurar el acercamiento con aquel gobierno cuando en él manda el partido demócrata al que en una simplificación excesiva consideran el socio natural de la socialdemocracia europea.

Así se explica que siete años después del desgraciado desplante a la bandera norteamericana, el anticlerical ZP aceptara la invitación de Obama a participar en el desayuno de la oración. De ahí nació la foto de la familia gótica española con los Obama.

Algo parecido está ocurriendo en estos días. Sánchez andaba preocupado porque seis meses después de su acceso al poder, el demócrata Biden aún no se había dignado a descolgar el teléfono y saludar al colega español. No es de extrañar si la ficha que le habían pasado de su gabinete al huésped de la Casa Blanca, sobre el gobierno español era del género " alianza con los comunistas, apoyado por los separatistas y los ex terroristas" y por añadidura: no hay contenciosos pero el Sr Sánchez le hablará de Marruecos, del Sahara y de asuntos arancelarios. Conclusión: no es urgente hablar con España.

Pero Sánchez fue a la cumbre de Bruselas con la clara intención de desfacer entuertos y sacarse la foto si o si. Imaginen la desazón de nuestro Presidente cuando avanzaba la Cumbre y aún no había encontrado ni una ocasión en que verse a solas con el colega americano tras saber que éste ya se había visto con casi todos los 30 aliados y andaba abrazado por los pasillos a Macron el líder del país europeo menos atlantista desde los tiempos de de Gaulle.

Al verle avanzar en solitario por un pasillo Sánchez debió pensar " esta es la mía", alcanzó con paso firme al anciano Presidente norteamericano y debió decirle algo así como "Soy el Presidente del gobierno español, es un placer saludarle. Quizá podamos hablar por teléfono uno de estos días". Y con su atlética zancada Sánchez rebasó a Biden y ahí acabó la cumbre de 29 segundos, la más corta de la Historia.

Muy triste todo. Pero Sánchez tenía un as en la manga: "el año próximo seremos anfitriones de la cumbre OTAN y ahí sí que no se me escapa. Lo tendré para mí solo al menos durante diez minutos. Confiando en que venga a España".