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martes, 30 de abril de 2024 | Última actualización: 23:48

Un pequeño gesto modernizador

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Javier Más Torrecillas. Doctor y profesor de Historia Contemporánea de Universidad.

De repente, todo el mundo vuelve a hablar de Benedicto XVI. No para mal, y eso ya es complicado entre ese pequeño grupúsculo de asociales que salen estos días a la calle. Todo el mundo habla de su dimisión. Hacía 600 años que no se producía un gesto así por parte del Sumo Pontífice y ha tenido que ser uno que apenas llevaba 8 años en el Vaticano.

Y no está mal. Un acto como el de la dimisión del Papa ha cambiado la Iglesia muchísimo más de lo que ahora mismo los ciudadanos perciben. Quizás al día siguiente, o a la semana siguiente, o al mes siguiente del Concilio Vaticano II, el mundo seguía igual, nada había cambiado, todo parecía discurrir por los mismo caminos que siempre. Pero la historia de la Iglesia había cambiado radicalmente. Se había adecuado a los tiempos que le circundaban, a la Guerra Fría que se enfríaba ya por aquel entonces.

Pues ahora ha venido a suceder algo parecido. Lo percibiremos en el tiempo, pero el golpe de modernización sufrido por la Iglesia en su conjunto con este acto de Benedicto va a marcar un hito para la historia eclesiástica. La dimisión de un Papa ha supuesto para todo el mundo, no sólo Occidente, que una institución debe pensar en sus bases, en lo mejor para éstas, en la regencia de los más aptos, en el gobierno de los más preparados, en el poder efímero, temporal, no permanente, en la capacidad de decisión de un administrador frente al infinito afán de lo permanente.

Benedicto se ha convertido en un ejemplo, no sólo para los ciudadanos, sino, sobre todo, para los administradores de lo público. Ha demostrado que quien lo posee todo debe ser capaz de dejarlo todo si sus condiciones no son las más óptimas para gobernar, para dirigir a los ciudadanos por el mejor de los caminos posibles. Y ha sido la Iglesia la primera en demostrarlo. No ha sido el PSOE, ni el PP, ni los perroflautas que enarbolan banderas de la sanguinaria ex URSS, ni los totalitaristas del nacionalismo pro y pan catalanista. No. Ha sido la iglesia, para pataletas de muchos. Ha sido una institución milenaria, atacada, humillada, pero con poder, con seguidores, con riqueza. Ha sido un Papa condenado a pasar desapercibido, un Papa criticado, un papa tachado de “carca”. Y ese personaje es el que ha dado ejemplo de modernidad a todos los legisladores de lo público, incapaces de ceder sus ventajas, sueldos y prebendas mientras exigen esfuerzos a quienes gobiernan.

Un ejemplo, sin lugar a dudas. ¡Ójala cundiese el ejemplo!