Noticias Castellón
viernes, 26 de diciembre de 2025 | Última actualización: 11:37

El tercer poder

Tiempo de Lectura: 3 minutos, 20 segundos

Noticias Relacionadas

Jorge Fuentes. Embajador de España.

La justicia, tal como se entiende en Europa, es el resultado de un largo proceso de decantación que arranca desde los tiempos primitivos de la Ley de Talión y del ‘Ojo por ojo’ hasta las formas civilizadas contemporáneas en que la pena de muerte ha sido abolida, el factor revanchista y vengativo de la ley ha sido sustituido por la humanización del delincuente y ello sobre la base de su reinserción, del ‘In dubio pro reo’ y la presunción de inocencia del investigado/acusado.

Con no pocas reservas, la justicia funciona hoy satisfactoriamente. Habría que desechar la expresión frecuentemente utilizada ’El que la hace la paga’ que recuerda sentencias bíblicas superadas, pero lo cierto es que pronto o tarde, el delincuente acaba en el banquillo o quizá en lugares peores.

Entre las reservas a la justicia están su lentitud, su falta de reglas fijas y la ausencia de discreción de algunos de sus profesionales, en especial sus principales protagonistas, los jueces y los fiscales.

Consecuencia de estos defectos es que en casos de delitos notorios, ya sea por los destrozos producidos en la sociedad (crímenes, violaciones) o por la visibilidad de sus protagonistas (políticos o famosos) se transmite una sensación de impunidad o de desequilibrio en las penas.

Por ejemplo, los Urdangarin llevan 11 años siendo juzgados  y cuando la ciudadanía creía que iba a ver recompensada su paciente espera con una sentencia acorde con sus expectativas (reminiscencia de los tiempos pasados de una justicia vindicativa) he ahí que los acusados eluden aun por un tiempo -hasta que decida el Tribunal Supremo- si ingresará en prisión o si podrá seguir paseando en bici por los hermosos campos ginebrinos, elegante mochila al hombro y con semblante relajado.

Todo perfectamente legal pero bastante irritante para el público que no tiene por qué estar minuciosamente informado de los vericuetos de la justicia y simplemente se sentiría mejor si aquel estafador que haciendo valer su rango social se había llevado varios millones salidos del bolsillo del contribuyente, podía estar a buen recaudo once años después.

El público ha visto por añadidura, que las reglas judiciales no son fijas e inmutables. Las expresiones ‘Que te toque un buen juez!’ o ‘Juicios tengas y los ganes’, nos ponen sobre la pista de que si te toca un cascarrabias estás aviado. Las sentencias deberían ser objetivas y derivar directamente de las normas contenidas en los códigos, sin que fuera posible manipularlas o mangonearlas.

Los juicios a su vez, deberían ser neutrales y no dependientes de las regiones en que se cometen (En Cataluña no se juzga con igual libertad que en Valencia o Castilla), de la notoriedad de los inculpados que a veces resultan beneficiados (los Pujol) y otras, perjudicados (la Pantoja) o del partido político que los respalda.

En estos días resulta particularmente difícil ver sentencias afinadas toda vez que los juicios se han vuelto multitudinarios y televisivos. Recordemos el 11M, el de las tarjetas black o el mismo caso NOOS.

Como colofón a lo dicho se encuentra la falta de prudencia y discreción con que actúan algunos magistrados y fiscales que, probablemente celosos de la notoriedad de los políticos, han querido saltar al estrellato haciendo constantes e inadecuadas declaraciones públicas o pasando incluso  al mundo de la política para regresar a continuación a la judicatura tras comprobar que no todo es oro en la vida pública.

A decir verdad, ese afán de notoriedad se da en casi todos los ámbitos -la banca, la administración, el ejército, incluso la iglesia- que hasta no hace mucho practicaban una prudencia extrema y ahora se dejan jalear por los medios informativos.

Dicho cuanto antecede, no duden que nuestra justicia funciona bien. Lenta, parcial e indiscretamente pero funciona.