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martes, 23 de diciembre de 2025 | Última actualización: 22:01

El cine italiano

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Por alguna extraña razón los muchachos de mi generación, no sentíamos una gran admiración por Italia a la que considerábamos como una caricatura de nuestro propio país. Los italianos eran como españoles desinhibidos, el idioma italiano era como el español pero ligeramente retocado. Definitivamente, la cultura de verdad venía de Francia y del mundo anglosajón, en especial de Inglaterra y de los Estados Unidos que apenas podíamos ni soñar con visitar.

Fue bastante más tarde cuando descubrimos la grandeza y belleza de Italia, el atractivo de sus ciudades, el talento de sus creadores y profundizamos en las semejanzas de nuestra cultura mediterránea, pero también en las grandes diferencias entre nuestros países. Comprendimos que si España es nuestra naturaleza, Italia depara la gran aventura.

Eran los años sesenta y hay que reconocer que el cine, aparte de los viajes, nos ayudó mucho a comprender y admirar a aquel gran país. En aquella década surgieron tres genios que hicieron de Roma la capital cinematográfica mundial: Luchino Visconti (Rocco y sus hermanos, Muerte en Venecia y El gatopardo), Michelangelo Antonioni (El eclipse, La noche, La aventura) y Federico Fellini (La Strada, Il bidone, Amarcord). Y ello sin olvidar a Vittorio de Sicca, gran creador del neorrealismo de la postguerra (El ladrón de bicicletas, El limpiabotas, Umberto D, Dos mujeres).

Aquellos directores fueron tan potentes que opacaron a otros muchos de gran talento como Mario Monicelli (La gran guerra, Rufufu), Dino Risi (La escapada, Perfume de mujer), Valerio Zurlini (La chica de la maleta), Damiano Damiani (La isla de Arturo), Ettore Scola (La familia).

Era la época en que arrasaban las grandes estrellas italianas como Marcello Mastroiani, Vittorio Gassman, Alberto Sordi, Raf Vallone y las bellísimas Lollobrigida, Loren, Mangano, Cardinalle etc.

Aquella época pasó pero no hay que ignorar que en los últimos años del siglo XX raro era el año en que no apareciera alguna película de gran éxito como Noveciento de Bernardo Bertolucci heredero incuestionable de Visconti, Cinema Paradiso de Tornatore, Mediterráneo de Gabrielle Salvatore, La vida es bella de Benigni. Muchas de ellas oscarizadas.

Pues bien, tengo buenas noticias para los aficionados: ya bien entrados en el siglo XXI detecto un gran resurgir del cine italiano con la aparición de dos directores que les recomiendo vivamente, Paolo Sorrentino ganador del Oscar de 2013 por La gran belleza y reciente autor de la importante La juventud. Y Lucca Guadagnino, autor de Yo soy el amor y Cegados por el sol. Ambos creadores, por su profundidad, por su maestría y elegancia enlazan directamente con Visconti-Antonioni-Fellini. Si les gusta el séptimo arte, no se los pierdan. Será, de paso, como aventurarse por ese elegante y gran país que es Italia.