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viernes, 26 de abril de 2024 | Última actualización: 12:05

La mesa

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Jorge Fuentes. Embajador de España

En España hay problemas que cansan, otros que preocupan y otros que irritan. Ejemplo de los primeros suelen ser en mayor o menor medida casi todos los de índole internacional (léase Cuba, Venezuela, Nicaragua, Ucrania, incluso recientemente Afganistán) que difícilmente resisten en portada más allá de unas semanas. Principal excepción en este campo son los asuntos relacionados con Marruecos, que en cierto sentido no son considerados como exteriores sino como domésticos por implicar a Ceuta y Melilla, al Sáhara Occidental e incluso a veces a las Islas Canarias.

Ejemplos de asuntos que preocupan son los que afectan a nuestra salud, a nuestras vidas y a nuestra economía, tales como la pandemia, el precio de la electricidad, el gas o la cesta de la compra y el nivel de desempleo.

Por último hay cuestiones que irritan a la población pues intuyendo su gravedad, se tiene la sospecha, cuando no la clara impresión, de que son inconstitucionales, ilegales y a la vez, irresolubles. El más emblemático de este grupo es el problema catalán en particular y el de otros separatismos como el vasco, el gallego, valenciano y balear en general.

Una vez más el tema catalán ha saltado a la palestra puesto que Sánchez y Aragonés han vuelto a escenificar el circo de un encuentro entre dos países, con su guerra de banderas, las genuflexiones de unos, los desprecios de otros.

Unos protocolos que podrían pasar de ser molestos a convertirse en aceptables si tuviéramos la impresión de que todo ello está encaminado a resolver de una vez por todas el problema separatista, si tuviera como norte dar carpetazo a 'El procés' y cerrar el catalanismo político para siempre.

Pero intuimos que no es así, que estos encuentros y estas mesas, la que ya abrió el binomio Sánchez-Torra y que ahora continúa con el nuevo President, está orientado en otra dirección: la de perpetuar el problema salvando la cara y las necesidades de los dos presidentes: el de España logrando el indispensable apoyo de ERC para preservar el gobierno Frankenstein al menos durante un par de años más y, si posible fuera, revalidando la victoria en las elecciones de 2023, repitiendo como inquilino de la Moncloa y usuario del Falcon.

A su vez, Aragonés, no podría encontrar mejor socio en España que este Sánchez tolerante, dialogante, respetuoso con el separatismo hasta límites insospechados. Su desprecio a la bandera de España y otros gestos anti españoles, espera refuercen su posición en la región aunque las cosas se hayan endurecido con JxCat y con la CUP.

El cuerpo nos pediría ignorar las noticias que nos aburren y las que nos molestan pero el alma nos dice que no sería serio hacerlo. Entre otras razones porque lo de Cataluña está repercutiendo en otras Autonomías que desde hace mucho venían sufriendo tratos desiguales respecto a Cataluña por aquello de no llorar. Ahora las 17 Comunidades han caído en la cuenta de que todas ellas desearían también tener una mesa con el gobierno central, encabezada por el presidente de España y el de la Autonomía respectiva, una mesa en que se plantearan los problemas específicos de cada región, sus necesidades, sus carencias y la suma a ingresar en cada área para no sacar los pies del tiesto.

Lo cual tiene toda la lógica y al mismo tiempo es la forma más elegante de poner punto final a la mesa catalana pues es evidente que Sánchez no podría mantener el ritmo de 17 mesas al año. O al semestre.