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domingo, 5 de mayo de 2024 | Última actualización: 18:41

El hombre del siglo XXI

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

Se atribuye al presidente galo Francois Mitterrand una anécdota, que si no es cierta, e ben trovato. Al parecer durante el transcurso de una entrevista, el o la periodista de rigor lanzó al astuto político francés la cuestión: "¿Cómo será el hombre del siglo XXI?", la respuesta dada por Mitterrand se llenó de originalidad: "El hombre del siglo XXI será mujer"... Un argumento que en la sociedad occidental encuentra una aparente plena aceptación (la igualdad entre hombre y mujer junto con la total eliminación legal basada en cuestión de género) en el resto del planeta adquiere, como poco, una aceptación mínima o directamente genera un abierto rechazo.

En países del lejano oriente, la mujer no tiene más libertad que la concedida por los padres o los maridos, con el hogar como único enclave de su existencia. Una forma sutil de decir que todos los aspectos de su vida se encuentran en manos de sus familiares masculinos, pudiendo ser objeto de las degradaciones más absolutas. Para negación, hasta su visibilidad,  la imposición del burka o vestuario similar a mujeres en países como Afganistán o zonas rurales de Irán. La imposibilidad de acceder a una mínima escolarización en países como Sudán, el no acceder a conducir un vehículo como ocurre en Arabia Saudí, la imposibilidad de poder escoger al marido en determinadas zonas de la India, la explotación económica de niñas en las redes de prostitución en países como Thailandia o Laos, la ablación genital practicada en ciertos países del África subsahariana, el abandono de niñas en los orfanatos de China a causa de la preferencia del varón dentro de la política natal de "un solo hijo"... la lista de la ignominia tiene muchos apartados en demasiados lugares del planeta, por el simple hecho de nacer mujer.

En casa, la igualdad entre hombre y mujer se repite hasta la saciedad en todos los textos legales posibles, pero hay mucho que remover: las estadísticas de fallecimientos de mujeres a manos de sus parejas no es escalofriante, sencillamente supone una vergüenza para una sociedad que se considera avanzada. Sólo por mencionar la punta del iceberg...Con un poco de memoria hay que recordar que hasta el año 1975, en esta España nuestra, una mujer debía recabar el consentimiento de su marido para abrir una simple cuenta en el banco, o expedir un pasaporte u obtener un permiso para ejercer una actividad económica (la famosa licencia marital). Es decir, la sociedad occidental debe todavía poner en práctica la idea de libertad en igualdad, y por desgracia en una gran parte del planeta la suerte de una vida viene marcada por el sexo con que se nazca.

Por desgracia, muchas de las teorías relativas a la libertad de la mujer han derivado en mera doctrina política, y algunas de sus representantes les entra urticaria cuando un miembro del episcopado católico opina sobre el aborto o los métodos anticonceptivos, pero callan como piedras cuando niñas son obligadas a abandonar el instituto a una edad más temprana que sus hermanos, o no practicar clases de educación física o no a ser atendidas por personal sanitario varón en centros de saludo u hospitales,....sencillamente por ser niñas y me refiero a nuestro país.

Distintos pero iguales, ojalá la Historia de este incipiente siglo XXI tenga voz y rostro de mujer.