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viernes, 26 de abril de 2024 | Última actualización: 10:41

Domingo de la Palabra de Dios

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Celebramos hoy el Domingo de la Palabra de Dios con el objetivo, entre otros, de conocerla mejor y divulgarla más, como señaló el Papa Francisco al instaurar este día en 2019. El Papa desea además que esta jornada haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios ocupa, en efecto, un lugar central en la vida de la comunidad eclesial y un papel decisivo en la vida espiritual de todo cristiano en los diferentes ministerios y estados de vida.

La Sagrada Escritura es la Palabra escrita del Dios vivo. No pertenece al pasado sino al presente. Dios nos sigue hablando en la Escritura. En su origen y raíz está el deseo de Dios de comunicarse a la humanidad. Dios abre su corazón y designio, muestra su rostro, ofrece su amistad e invita a compartir con Él su misma vida en su Hijo, la Palabra encarnada. Dios mismo es quien nos habla y quiere suscitar nuestra fe, provocar nuestra conversión y liberarnos de nuestras esclavitudes.

La Palabra de Dios pide, por tanto, ser leída, proclamada, escuchada y acogida sabiendo que es Dios mismo quien nos habla aquí y ahora. El Sínodo de los Obispos de 2008, dedicado a La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, insistió en la necesidad de un acercamiento orante al texto. Como dice san Agustín: “Tu oración es un coloquio con Dios. Cuando lees, Dios te habla; cuando oras, hablas tú a Dios”.

Hay que evitar un acercamiento individualista; la Palabra de Dios nos llega en la Iglesia y se nos da precisamente para construir comunión eclesial. Es una Palabra que se dirige personalmente a cada uno, pero en la tradición viva de la Iglesia. Por eso, es importante leer y escuchar la Sagrada Escritura en comunión con todos los grandes testigos de esta Palabra, desde los primeros Padres hasta los santos de hoy, y en comunión con el Magisterio de la Iglesia.

El Sínodo citado propuso para esta lectura orante de modo particular el método de la lectio divina. Es una antigua práctica que enseña a leer, meditar y vivir la Sagrada Escritura por medio de un método sencillo con varios pasos. Estos son: la lectura pausada y atenta del texto bíblico elegido para conocer qué dice el texto; la meditación para preguntarse qué me dice Dios con este texto; la oración para dialogar con Dios en respuesta a su Palabra; y la contemplación, un tiempo en silencio en la presencia de Dios para preguntarse qué conversión de mente, de corazón y de vida nos pide el Señor.

A ejemplo de la Virgen María, que “conservaba todas estas cosas, meditándolas
en su corazón” (Lc 2,19; cf. 2,51), oremos con y desde la Palabra de Dios.