Noticias Castellón
viernes, 26 de abril de 2024 | Última actualización: 11:33

A las 12.19 de la tarde

Tiempo de Lectura: 4 minutos, 18 segundos

Noticias Relacionadas

Enrique Domínguez. Economista.

Se dice que muchas veces no se aprecian las cosas hasta que se pierden. Puede ser verdad. En el caso de Canal 9 me ha ocurrido algo así.

He de confesar que mis horas de estar ante la pequeña pantalla, para unos, o la caja tonta para otros, están muy por debajo de la media española. Y quizás aún más con Canal 9 porque adolece, perdón adolecía, -cuesta hablar en pasado- de algo que falta también en todas las televisiones públicas autonómicas y en la televisión pública estatal: la independencia; en cambio, sí era servidor del gobierno de turno y un instrumento de difusión de las ideas del que gobierna y no un instrumento de reflexión, de formación y de participación de toda la ciudadanía.

Y por eso, es posible pero nada deseable que a las televisiones autonómicas les ocurra lo que ha pasado con las cajas de ahorros; en éstas, el afán desmedido de sus dirigentes políticos las ha llevado a su práctica desaparición perdiendo su carácter regional y dando pie a un mayor oligopolio bancario. En las televisiones, los políticos siguen haciendo lo que quieren; no son un medio independiente de información y sí un medio y una manera de agradecer servicios prestados –como los ayuntamientos y empresas públicas-. Todo ello ha pasado en Canal 9: desde la desastrosa gestión hasta los gastos faraónicos –la visita del Papa Benedicto XVI, por ejemplo,- los desorbitados emolumentos de determinadas figuras mediáticas, o los elevados costes de la externalización de programas, pasando por “trabajadores” que, según parece, solamente iban a firmar o contratos de producciones que se desviaban a las productoras del que aprobaba el gasto.

Pero a las 12.19 p.m. del infausto 29 de noviembre se quita la luz, se funde en negro Canal 9 y crea problemas a otras televisiones por apagar el multiplex. El gobierno autonómico arguye que ante la fuerte deuda del ente, la alternativa a su cierre era reducir gastos en sanidad y educación y eso no querían hacerlo. Es curioso, porque la propia exdirectora general de Canal 9 nombrada por el actual presidente de la Generalitat, afirmaba que a finales de este año podría obtener ya beneficios. Quizás la razón esté en el órdago de Madrid a una comunidad autónoma como la valenciana, en quiebra técnica, en el sentido de “o reduces gastos como sea, o no vas a tener dinero para pagar facturas”. Y también es curioso que con la posible pérdida del gobierno autonómico que señalan las encuestas en las próximas elecciones regionales, se actúe de esta forma y se encrespe aún más al futuro votante.

Como he dicho, he sido poco televidente de Canal 9; en esta provincia todos conocemos la cancioncita “Canal 9, canal 9, canal 9,…..” por el escaso o insuficiente trato hacia los hechos y acontecimientos de los municipios y comarcas castellonenses. Pero hay que reconocer que permitía, cuando hacían la conexión, que un ciudadano de Alicante viera el pregón de la Magdalena o que un ciudadano de Morella visualizara las fiestas de moros y cristianos de Alcoi y uno de Castellón la cremà de las fallas de Valencia o un partido de pelota valenciana en un trinquet o en una calle al raspall.

Pero, sobre todo, en una autonomía en la que hay cooficialidad en el idioma, era el vehículo, cada vez más menguado, de difundir nuestro idioma, el valenciano –nuestra manera de hablar catalán-. Y era una forma muy relevante de vertebrar una comunidad demasiado desconocida para sus componentes. Y eso no lo harán las televisiones privadas o no se hará de manera suficiente en las desconexiones de la televisión pública estatal. Aunque todavía nos queda TV3, también con problemas bastante semejantes a los de la extinta Canal 9.

Y la conclusión de todo este desaguisado es el despido de todos los trabajadores, el paro de bastantes personas relacionadas con el mundo audiovisual, la imposibilidad de realizar prácticas en este medio de los universitarios de carreras como comunicación audiovisual o periodismo, los elevados costes en pagos de contratos ya firmados o en campañas de publicidad perdidas. Y lo que es peor, que han pagado los platos rotos los trabajadores, mientras los que han gestionado el ente y los que han creado o permitido este fuerte déficit se van, o eso parece, de rositas.

Pero, no se preocupen; ya se habla de una nueva televisión pública valenciana con pocas personas pero, una vez más, eso me temo, bajo la estricta dirección del político de turno, sin la necesaria independencia. Tal vez nos lo merecemos por no protestar lo suficiente, o tal vez, ¿estaba todo tan bien organizado que las protestas de los trabajadores se guardaban en el baúl de los recuerdos? Total, para el caso que se les iba a hacer.