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domingo, 28 de abril de 2024 | Última actualización: 01:46

La ‘historia’ cumple años

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Rafa Cerdá. Abogado.

El 14 de septiembre del pasado año (rápido transcurre el tiempo), titulé el artículo con el que les doy la vara cada siete días con un rimbombante ‘Un símbolo imbatible’. La protagonista no podía ser otra que la soberana más ‘todo’ de Europa; Isabel II del Reino Unido no se priva de nada: reúne bajo su deslumbrante corona el reinado más largo, el matrimonio regio más duradero, alcanzar la edad más longeva, concitar el mayor índice de aceptación popular hacia su figura en los últimos tiempos,... Justo ese mes de septiembre, Isabel II alcanzó el umbral como figura regia que mayor tiempo ha ceñido la Corona en Gran Bretaña, superando el récord de 63 años y pico largos de reinado conseguidos por mítica reina Victoria.

Desde un lejano 1952, la Reina (sin necesidad ya de indicar nombre o procedencia) representa como Jefa de Estado a una de las potencias más poderosas del mundo. Y ahí sigue, con un nivel de aceptación popular que ya quisiera cualquier político sin distinción de credo ideológico. Alejada de los ciclos y tiempos habituales del juego de los partidos políticos, como una figura sujeta al ritmo de la Historia de un país.

¿Cuál es el motivo por el que enfoco mi atención hacia una figura extranjera, estando esta España nuestra hecha unos zorros?...fácil: la consistencia de un personaje que casi alcanza 65 años de servicio como primera figura del Reino Unido, y que encarna la estabilidad del Estado frente a los vaivenes propios de cada situación política y coyuntura social, nos enseña a un país han propenso a la división como el nuestro, que a la hora de la verdad, son muchas más las cosas que nos unen, que aquellas que nos separan. Isabel II bien lo ha sabido aplicar en su escaso papel político como reina, consiguiendo que su influencia sea inmensa en el esquema institucional del Reino Unido. Consenso sobre las cuestiones fundamentales, entendimiento como vehículo de acción política y atención a los requerimientos de la ciudadanía, prácticamente se solapan en todos los discursos de la reina a lo largo de más de seis décadas de reinado.

La Corona que ella encarna constituye una fuente de unidad, y su familia ya ha tomado buena nota que un cambio de rumbo en el sentido y proyección del papel de la Monarquía fuera de los parámetros encarnados por la soberana, dará al traste con una institución que únicamente se sostiene por su valor de símbolo y utilidad. De no seguir la estela de Isabel II, sus herederos acabarán convirtiéndose, a ojos del pueblo británico, en una casta de mantenidos sin ninguna justificación; la ejemplaridad y el apoyo ciudadano son las dos únicas garantías de supervivencia de una fórmula de gobierno claramente anacrónica con el principio igualitario del siglo XXI.

Y aquí, a lo nuestro. A repetir elecciones. A escuchar de nuevo que unos son mejores que los otros. Que una parte no sirve. Qué la otra posee la solución, y los contrarios son el problema. Confundimos diálogo con imposiciones, el consenso con consecución de objetivos de un sector de espectro político, los discursos ahogan la toma de decisiones, las ideas se formulan como proyectos. Nada parece sólido, todo carece de consistencia más allá de obtención de poder, ofreciendo un cambio a base de pancarta por un lado y de retórica vacía por el otro. ¿Somos conscientes que la Historia de nuestro país la estamos construyendo HOY, jornada a jornada?, ¿qué el acuerdo es la solución, y no el enfrentamiento?, ¿qué el adversario político no es un enemigo?....

Isabel II bien conoce las respuestas a estas preguntas, pues ella misma encarna las soluciones: equilibrio, ejemplaridad, contacto fluido con la ciudadanía junto con un profundo sentido del deber y de servicio. ¿Les suena a algo o a alguien estas cualidades dentro de nuestras fronteras?...Durante este fin de semana, Londres ha festejado por todo lo alto el noventa cumpleaños de su reina, una imagen de la Historia, aquella que se escribe con mayúsculas. Tan lejana a la que vivimos estas semanas en nuestra cerril España, constreñida en el mero afán de obtener votos y alcanzar poder.