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miércoles, 8 de mayo de 2024 | Última actualización: 17:01

¿Y si fuera su hija?

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

Vale, de acuerdo. He sido un poco excesivo a la hora de elegir el título de este texto, pero es de tal calibre el atropello que se ha cometido contra un grupo de niñas nigerianas en edad escolar, a quienes un grupo de terroristas aspirantes a mierda humana, han secuestrado. Estos seres, parapetados en una ideología de corte integrista islámico, sacaron por la fuerza a esas pobres chicas de la escuela a la  asistían a clase, en un número que se aproxima a doscientas. El grupo terrorista se denomina ‘Boko Haram’, cuya traducción viene a ser “la educación occidental es pecado”, con radio de acción en la zona noreste de Nigeria, extendiendo el terror mediante la intimidación, el secuestro y el asesinato.

Las chicas secuestradas además de ser arrebatadas a sus familias y obligadas a actuar contra su voluntad, parece que han sido sometidas a todo tipo de vejaciones, incluida la casi segura conversión en esclavas de mercenarios y resto de integrantes del grupo de marras. Semejante barbaridad, ha provocado el lógico dolor de las familias de las pobres chicas, a cuya gigantesca afrenta se debe sumar la inoperancia y el dramático silencio del gobierno y autoridades nigerianas. Sólo a medida que la noticia ha encontrado repercusión a nivel internacional, y a causa del lógico clamor de indignación, la actividad del gobierno nigeriano ha comenzado a tener cierta velocidad de crucero. Por cierto, el silencio de ciertos colectivos denominados feministas está siendo atroz en todo este asunto...

Gracias a las redes sociales, miles de personas han secundado el ejemplo de la Primera Dama Michelle Obama, mostrando un cartel en el que se puede leer “Bring Back our girls” (traed de vuelta a nuestras chicas), esa fotografía ha galvanizado en cierta forma un hecho que no es extraño en el continente africano, donde cualquier atisbo que suponga libertad mediante el acceso a la educación de la mujer es cercenado mediante la violencia, o incluso la muerte, por parte de fanáticos religiosos. Las familias se han encontrado desamparadas, hasta de su propio gobierno, y algo del clamor internacional ha supuesto que los nombres y rostros de sus hijas comiencen a ser conocidos. Imagínese por un momento estar en la piel de los padres y madres nigerianos, su hija adolescente sale de casa como todas las mañanas, su destino es el colegio. A las pocas horas le informan que ha sido secuestrada, que posiblemente será vendida como esclava a salvajes por menos de doce euros, que no volverá a verla y ante esa atrocidad, nadie hace nada... ¿cómo se sentiría?. No lo imagine, los padres y madres de esas chicas se lo explicarán perfectamente.

Algo tan cotidiano y normal como la entrada de una niña al colegio, supone un acto heroico en demasiadas partes del mundo. La desigualdad de género tiene raíces muy hondas, y sus frutos implican violencia y muerte contra millones de mujeres que sólo aspiran a saber leer y escribir. Ninguno de nosotros será realmente libre hasta que una mujer en cualquier parte del mundo dejé de estar  en riesgo de muerte por la única condición de su género. Hillary Clinton dejó asentada esta premisa tan básica en su discurso pronunciado ante el plenario de la Conferencia Internacional de la Mujer auspiciada por las Naciones Unidas en 1995 en Pekín: “los derechos de la mujer son derechos humanos”. Nadie debería olvidarlo.