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viernes, 26 de abril de 2024 | Última actualización: 15:02

Ha nacido un líder

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Pascual Montoliu. Ha sigut capellà, professor d'antropologia i teologia, i tècnic comercial.

Desde Felipe González, ahora anquilosado y convertido en cortesano del mundo empresarial y financiero, no había surgido en la política española un líder con tanto tirón como el que ha demostrado tener Pablo Iglesias. Lo están machacando entre populares y socialistas, que hasta la semana pasada detentaban las canonjías encastilladas que se atribuían la exclusiva de la representación popular.

La cosa va en serio. No es una corriente testimonial de izquierda utópica, sino toda una voluntad de llegar a formar gobierno con nuevos criterios y presupuestos democráticos distintos. A pesar de algunas propuestas ingenuas, y con un indisimulado tufo demagógico, lo esencial de su programa está en sintonía con las ansias de regeneración de una mayoría ciudadana, a la que ni PSOE ni PP están en condiciones de dar respuesta. Es más. Han demostrado su incapacidad ontológica de sintonía. Ni UPyD ni IU están en condiciones de ser alternativas, pues más allá de su buenismo de intenciones, participan también del viejo estilo de hacer política, heredero del caciquismo que ya desbarató a la España de la Restauración, como ahora ha malversado el capital político de la Transición.

Felipe González, en un acto de desmemoria que más parece cinismo, se ha despachado contra Podemos que ha irrumpido con la fuerza de un tornado en la escena política. Poco se acuerda el socialista de su verborrea demagógica de los inicios de la Transición cuando todo valía contra la derechona  y usaba hasta modales más agresivos que el chico de la coleta. Ese es el drama del PSOE. Y el de IU. Se ha puesto en evidencia que lo suyo hace tiempo que dejó de ser izquierda política y ambas formaciones pasaron a formar parte del staff del establishment.  Se volvieron cortesanos a fuerza de pisar alfombras palaciegas y moquetas parlamentarias, y haciendo oídos sordos a la calle, que ahora les devuelve las tornas de su menosprecio y olvido. En resumidas cuentas, se pasaron al bando de los poderosos. El desastre de la vida política actual consiste en esa escenificación del travestismo ideológico, donde la derecha quiere vestirse de izquierda y la izquierda se reviste de modales y ambiciones cortesanas. Todo es falso en este gran teatro del sistema.

En poco tiempo el nuevo Pablo Iglesias va a arrinconar a los irreconocibles y lánguidos sucesores del Pablo Iglesias fundador del PSOE, cuya renovación resulta ya a estas alturas una tarea tan quimérica como imposible. Y habrá que agradecer a Podemos la clarificación del actual escenario político, donde la derecha deber ser y aparecer como tal; como asimismo deber hacer la izquierda. Es lo mínimo que hay que exigir a un sistema democrático no malsano, que es lo que ahora tenemos. Luego ya vendrá lo del pacto social, que es necesario en toda convivencia política. Como decía Platón, la justicia es un pacto entre egoístas racionales. Mal pacto puede surgir cuando los egoísmos se disfrazan o disimulan, como ocurre en la actual correlación de fuerzas partidistas, o la irracionalidad preside los criterios de actuación de las fuerzas nacionalistas entregadas por completo a  sus atavismos tribales. Hacía falta aire fresco en un escenario enrarecido e irrespirable.

Cierto que algunas propuestas de Podemos son demagógicas. Pero no lo son más que las consignas y programas incumplidos, o como los programas que se hacen para no cumplir, como dijera el rufián. Por definición todo poder, en su vocación de conducir al pueblo, es demagógico, que viene de demos, pueblo y ago, conducir. Pero urge un nuevo estilo y nuevos modales. De momento ya resulta catártico el miedo que el chico de la coleta  infunde a los poderes actuales, donde hay que incluir a los partidos políticos. Dejen paso.