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viernes, 10 de mayo de 2024 | Última actualización: 18:36

La burbuja espacial, se aplasta o ensancha

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María B. Alonso Fabregat. Psicóloga Clínica y Forense. 

Todos hemos experimentado alguna vez la incomodidad que nos provoca la cercanía de otra persona, bien sea por ir en un ascensor a escasos centímetros del otro, bien sea porque alguien hablando con nosotros se nos acerca en exceso, asimismo nos desagrada cuando alguien en una distancia muy corta nos mira directamente a los ojos, o un interlocutor que nos toca al hablarnos, una gesticulación desmesurada a escasos centímetros de nuestra cara… Todas estas situaciones que nos generan cierto desasosiego tienen que ver con los espacios personales, de intimidad y de interrelaciones con los otros, lo que podríamos llamar nuestra ‘burbuja espacial individual’.

La proxémica que estudia la percepción y el uso del espacio social y personal, es parte de la semiótica y esta última estudia los signos empleados en la comunicación. En la proxémica su objeto de estudio es la organización del espacio en la comunicación.  Por tanto,  se encargará de la aproximación, distanciamiento, gestos, posición del cuerpo, el uso de la mirada… como parte de las claves de la comunicación.

Las investigaciones avalan, que el uso que hacemos de nuestro espacio personal viene definido con variables como: el sexo, la edad, la cultura y los aspectos sociales. También tiene que ver con la relación que tengamos con nuestro interlocutor, si es amigo, familiar, pareja, conocido o alguien totalmente desconocido para nosotros.

El antropólogo E.T. Hall, en relación con el espacio personal o ‘burbuja espacial’, identificó cuatro espacios básicos a la hora de interrelacionarnos con el otro: el espacio íntimo que va de cero a cuarenta y cinco centímetros, desde el contacto físico  hasta un nivel de privacidad, pero aún cercano, es el espacio de los novios, de los amantes; el espacio casual de cuarenta y cinco a ciento vente centímetros, es el espacio para la familia y los amigos; el espacio social que desde ciento vente centímetros hasta trescientos este espacio es para interacciones habituales, como trabajo, lugares que frecuentamos habitualmente…; finalmente el espacio público en este se hace preciso una voz más elevada y un aumento de la gesticulación, ya que la distancia así lo requiere en las acciones comunicativas, es el caso de un conferenciante, de un profesor…

Qué duda cabe que las propias características culturales y sociales, hacen que las distancias anteriormente propuestas se vean modificadas. No es lo misma distancia coloquial en países anglosajones, que en países o culturas latinas. Se hace evidente también estas diferencias interculturales en el caso de españoles y japoneses a la hora de saludar, los españoles pueden abrazar y besar, mientras que los japoneses se inclinan y agitan su mano, pero siempre manteniendo la distancia.

Las personas al interactuar con un mundo social amplio, a nivel tanto dentro de su cultura de cuna, como cada vez más frecuentemente con diversas culturas, somos conscientes que las relaciones interpersonales son cada vez más diversas. El sujeto que nace en una determinada cultura, con un marco referencial dado a la hora de relacionarse, forja sus propios límites, de forma consciente o inconsciente. Por tanto llegados a este punto es comprensible el malestar en el interior de un ascensor, que se mencionó al inicio, cuando compartimos tan acotado espacio físico con un total desconocido, en una distancia que es la propia de las relaciones personales más íntimas, cuando la investigación nos dice como ya hemos referido que la distancia correcta sería la pública, de más de tres metros o incluso la social, pero nunca la distancia íntima.

Lo anterior puede tener una gran repercusión y quizás provocar reacciones de rechazo en nuestro interlocutor por no conocer o detectar por nuestra parte su espacio personal o burbuja personal. Si bien, las investigaciones hablan del surgimiento entre los interlocutores de diferentes culturas del intento de crear una cultura híbrida, que les permita comunicar al mejor nivel de eficacia y eficiencia posible. Ante todo y sobre todo y últimamente nos olvidamos en un mundo globalizado,  que el ser humano tiene la necesidad imperiosa de comunicar y no importa la cultura del otro y esta comunicación empieza con los sonidos del silencio, presentes en cualquier comunicación. Como afirmaba el Profesor Hall, recogido en un artículo del propio profesor titulado ‘los sonidos del silencio’: “…La primera forma de comunicación que uno aprende es precisamente el único lenguaje usado a lo largo de la mayor parte de la historia de la humanidad (en términos evolutivos el lenguaje hablado es muy reciente)….lenguaje preverbal consciente e inconsciente… hoy nos comunicamos a varios nieves, verbal,  no verbal y paralingüísticamente con los otros…”.  Y a pesar de todas las tecnologías el homo sapiens sigue alterándose como antaño en el principio de sus orígenes ante la proximidad excesiva del otro y no justificada, nos imaginamos a nuestros antepasados en estas situaciones,  gruñendo o enseñando los dientes en ese afán de territorialidad,  aquel osado que se introdujera en su ‘burbuja espacial’.