José Vicente Ramón.
Vivimos en una sociedad plenamente democrática (o por lo menos así tratamos que sea) en la que, de vez en cuando, ocurren situaciones que nos hacen reflexionar sobre el uso de las libertades y el compromiso que tenemos con ellas.
Siempre he pensado que para poder exigir, primero tenemos que cumplir y que la persona que sólo conoce sus derechos y no sus obligaciones (o se le olvidan con facilidad) pierde los primeros por la falta de las segundas.
Leo en la prensa que de más de doce mil alumnos que tiene censados la UJI sólo han participado votando en las elecciones a Rector 699, lo que supone un 5’6 % del censo. Un lujo si lo comparamos con las elecciones del 2010 en las que sólo participó el 3’32 % del alumnado.
Bien es verdad que sólo se presentaba una candidatura y al no haber una cierta competencia se puede considerar que no tenía aliciente el proceso de elección pero no es menos cierto que cuando se quieren reivindicar acciones, exigir medidas de apoyo, solicitar ampliaciones de becas, reclamar menos recortes y un largo etcétera de gestiones que debe realizar el equipo rectoral, hay que demostrar, primero, que se está comprometido con el proceso y se participa de pleno derecho en él y después ya tendremos la carga moral suficiente para exigir todo lo demás.
No me parece ético aprovechar el día de las elecciones para ‘asuntos propios’ (léase ‘hacer lo que me dé la gana sin cumplir con mis deberes’) y luego enarbolemos todas las banderas de las reivindicaciones y seamos los que más alzan la voz en defensa de los derechos.
Si bien es verdad que el participar en las elecciones es un derecho, no es menos cierto que, aunque sólo sea moralmente, también es un deber.
P.D. Felicitación para el Rector por su reelección y gestión fructífera para los años venideros. ¡Ánimo, Vicent!
