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domingo, 28 de abril de 2024 | Última actualización: 13:02

Ruido en Turquía

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Algo está pasando en Turquía. Varios días de manifestaciones anti-gubernamentales sin conocerse muy bien ni los motivos ni los objetivos. ¿Falta de libertades?, ¿protesta por haberse suprimido la histórica plaza de Taksim como manifestódromo oficial?, ¿o acaso apretar aun más las tuercas de un gobierno de raíz islamista?

La comunidad internacional no ha sido muy perspicaz a la hora de tomar partido en las recientes revueltas en el Norte de África conocidas como la Primavera Árabe que conllevaron cambios profundos en Túnez, Egipto y Libia principalmente. Aunque era bastante fácil imaginar que los sublevados podían conducir a gobiernos mucho más radicales e inestables que aquellos que querían derrocar, las potencias occidentales no podían ayudar a sofocar unas revueltas que se decían democráticas y que pretendían acabar con líderes ciertamente totalitarios. El resultado ahí está: un Mahgreb más inseguro que hace dos Años, infectado por el jihadismo y donde Al Quaeda campa por sus respetos. Siria parece seguir parecido camino.

Atención a Turquía. Es un país en parte europeo, miembro de la OTAN, candidato a la Unión Europea. Con un emplazamiento geo-político esencial para la seguridad occidental y provisto de un ejército que con dos millones de soldados es el más potente de Europa.

Es cierto que su ingreso en la UE conllevaría no pocos problemas para nuestra organización, particularmente la entrada de 74 millones de musulmanes en una comunidad mayoritariamente cristiana. También es verdad que la historia de Turquía tiene poco que ver con la de Europa. De hecho es difícil citar un solo nombre de un turco que haya contribuido a la formación del acerbo cultural europeo.

Sin embargo, los problemas que se derivarían del acceso turco a la Unión serían, con mucho, menores a los que acarrearía la exclusión del país otomano de nuestra comunidad. Turquía no tiene vocación de aislamiento y si se encuentra con la puerta cerrada hacia occidente, tendería a mirar en la dirección opuesta en la que se encuentran, recordémoslo, Irak, Irán y Siria, es decir, algunos de los puntos más calientes del mundo.

Hay que apoyar a Turquía, hay que hacer todo lo necesario para que la paz vuelva a sus calles, a las de Estambul –una de las ciudades más hermosas del mundo-, de Ankara y de otras setenta capitales del país y que esta paz se reconstruya sobre las bases sólidas del actual régimen  que aun con su autoritarismo y su clara orientación islámica inspira mucha más confianza que los manifestantes  contagiados por un fervor revolucionario muy peligroso para Europa y en especial para su flanco mediterráneo.

Dejemos de lado lo políticamente correcto. Occidente debe propiciar que Erdogan y Gul evolucionen en la dirección adecuada atendiendo las peticiones de la calle y calmar las revueltas que podrían desestabilizar el país y la región.