Noticias Castellón
sábado, 27 de abril de 2024 | Última actualización: 19:40

La debilidad del nacionalismo español (I)

Tiempo de Lectura: 2 minutos, 28 segundos

Noticias Relacionadas

Miguel Ángel Cerdán. Profesor de Secundaria.

España, como Nación, es poco más que su liga de fútbol. Y como ente, con un mínimo de cohesión, va poco más allá de Madrid, parte de Castilla La Mancha y parte de Castilla y León. Y por mucho que se empeñen los medios de Madrid ésta es la realidad de las cosas, como recientemente se ha visto en la indiferencia que ha despertado en la mayor parte de España, dejando al margen Madrid, claro, la pitada al himno.

Las raíces de esta debilidad, convertida casi ya en imposibilidad, del nacionalismo español, de  un nacionalismo similar al francés o al italiano, son profundas y se remontan siglos. Son muchas además las pinceladas y los matices que  la explican. Podríamos sin embargo empezar por lo fundamental. Y lo fundamental es que si la Francia revolucionaria, si Napoleón creó rápidamente hace más de dos siglos la ecole nationale, la escuela nacional francesa, e impuso la escolarización obligatoria de todos, y subrayo todos, los niños franceses, aquí la élite española dejó la educación en manos de la Iglesia y de los Ayuntamientos, y esa Escuela, profundamente elitista, sólo sirvió para los propios retoños de las élites y poco más. ¿Vale la pena insistir que si Francia acabó el siglo XIX con el 10 % de analfabetismo, nuestro país acabó el mismo con el 60 %? ¿Vale la pena recordar como esa situación de una enseñanza elitista sólo para las propias élites se perpetuó hasta la llegada de la II República, II República que fue apenas un breve paréntesis en la historia de la educación española, y que continuó con el franquismo hasta los años setenta del pasado siglo? ¿No es acaso cierto que en 1974 España apenas invertía un 1,4 % de su PIB en Educación? Esa es la realidad de las cosas; una burguesía, unas élites dedicadas únicamente a esquilmar a la población y que huían de financiar cualquier mínima mejora de la situación de los ciudadanos. ¿Podía existir entonces cualquier sentimiento mínimamente nacional que no fuera más allá de la apariencia externa y de la indiferencia interna?

En este sentido, lo ocurrido en Educación no fue más que un apartado de la profunda aversión de las élites españolas a pagar impuestos, a sufragar mejoras sociales y de su profunda querencia por utilizar el Estado en beneficio propio, como por ejemplo cuando se construyó una red ferroviaria, que como la red vial, no articulaba para nada el territorio. De hecho es significativo que apenas existan en las diversas poblaciones de nuestro territorio, a diferencia de lo ocurrido en Francia o Italia, monumentos populares en favor de los presidentes de Gobierno y de los monarcas del siglo XIX.