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lunes, 29 de abril de 2024 | Última actualización: 08:25

Ébola

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

He llegado a Madrid al mismo tiempo que el Ébola y debo decir que aquella plaga que empezó siendo una serpiente de verano se está convirtiendo en un dragón de otoño que devora toda la información habida y por haber: las hazañas de los Pujol, la consulta del 9/11, las tarjetas negras y por supuesto los ERES andaluces, los Gürtels y los Luis Bárcenas, han pasado al segundo o tercer plano.

En Madrid con mayor intensidad que en el resto de España, de Europa y del resto del mundo, excepto de África, hay una cierta psicosis de miedo. Los medios informativos locales y nacionales, los taxistas y las gentes de la calle solo hablan de ese mono tema. Hablemos también nosotros de él.

En su día defendí la repatriación de los dos sacerdotes sobre la base de que si España traía a casa a los cooperantes o los montañistas accidentados, con igual razón habría que hacerlo con abnegados misioneros. Había un sobreentendido y es que la operación debía hacerse con todas las garantías sanitarias para no poner en riesgo a la ciudadanía española y europea.

Esta condición no se ha cumplido y nuestros políticos que querían marcarse un tanto ante el mundo dando lecciones de solidaridad solo están logrando por ahora hacer el desairado papel de haber importado en Europa una terrible epidemia que no ha sido capaz de controlar con unos procedimientos hospitalarios suficientes. En el momento actual, aparte de no haber salvado la vida de los misioneros, tenemos a una persona contaminada y otras quince en observación, con un riesgo cierto de que la epidemia se expanda por distintos lugares: el bloque en que reside la enfermera Teresa Romero, el hospital de Alcorcón donde fue atendida durante 16 horas, el medico que la atendió, el parque en que cada día paseaba el pobre perro Excalibur ya sacrificado, los periodistas que entrevistaron al personal sanitario, transeúntes del Carlos III, quienes usaron ambulancias mal desinfectadas, las peluqueras que peinaron a la enferma etc.
Las cosas no se están haciendo bien.

En lugar de cuestionar la decisión inicial de haber traído a enfermos terminales al país, de criticar la pobre preparación de las instalaciones del Hospital, la precariedad de los vestidos aislantes, el Ministerio de Sanidad y la Consejería de la Comunidad de Madrid se dedican a culpar a quienes arriesgaron sus vidas por atender a los moribundos a quienes no se había preparado adecuadamente. Una vez más, el maquinista es el único responsable del descarrilamiento del tren; los pilotos son los únicos culpables del accidente aéreo.

Se han oído cosas terribles en estos días: que se impartieron explicaciones de media hora sobre el protocolo a seguir cuando solo colocarse y quitarse el traje aislante suponía una hora de tiempo cada vez y luego bromear diciendo que tampoco era necesario impartir un master sobre la materia. Llamar mentirosa a la pobre enfermera. Una vez más se culpa al mensajero y ello aun aceptando el hecho de que este como otros muchos haya actuado con excesiva ligereza en un tema de gravedad extrema.

Asunto aparte ha sido el pobre destino del perro Excalibur. Es cierto que hay niños y adultos muriendo por miles en África mientras miembros de la sociedad protectora de animales se manifestaba en Madrid en favor del can. Lo bueno sería poder salvar a las personas y también a los animales. Con el sacrificio de Excalibur quizá se ha perdido una excelente ocasión para conocer si la epidemia se transmite hacia los animales y de estos hacia los humanos.

La actuación de la ministra Mato en todo este asunto está siendo deplorable. El cargo le queda evidentemente grande como queda de manifiesto en cada una de sus comparecencias públicas. No tengo duda, sin embargo, que no fue su decisión la que desencadeno este peligroso problema. La Ministra no se habría atrevido a tomar la medida de repatriar a los misioneros sin acuerdo del Presidente. A este le corresponde ahora tomar las riendas de la crisis y evitar a toda costa que África, de nuevo, empiece en los Pirineos.