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lunes, 13 de mayo de 2024 | Última actualización: 09:15

Canal Nou

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Cada vez que nace un nuevo medio informativo debe ser motivo de satisfacción para los ciudadanos pues significa que crecen las fuentes de información y ello nos permite conocer mejor lo que ocurre en nuestro entorno. En sentido contrario, cada vez que se cierra un periódico, una cadena de radio o de televisión, debemos entristecernos.

Hasta aquí lo políticamente correcto. Veamos los matices. No todos los medios que nacen deben alegrarnos en igual medida ni tampoco todos los que mueren deben entristecernos por igual.

Por ejemplo: un grupo de periodistas independientes decide abrir un modesto periódico o una emisora de radio contando con sus propios fondos y quizá con alguna inversión de familiares y amigos o un crédito bancario. Defienden ideas propias, arriesgan los propios dineros y el propio prestigio ¡Bienvenido el nuevo medio informativo!

Otro ejemplo: Cataluña decide inaugurar el sexto canal autonómico de televisión contando con fondos públicos –es decir, suyos y míos- , con un equipo humano “de confianza”, con sueldos elevados y con un programa orientado a defender intereses políticos inconfesables pero clarísimos. Mala noticia.

España se encuentra plagada de cadenas de televisión públicas, con índices de audiencia bajísimos, con plantillas de entre mil y dos mil empleados, algunos periodistas de verdad, otros enchufados del gobierno local y con déficits multimillonarios.

Nos quejamos mucho de las ‘Embajadas’ autonómicas haciendo la competencia a las estatales. Igualmente nefasto y costoso es el envío de docenas de corresponsales de las cadenas autonómicas cuando existen los de las grandes cadenas privadas de ámbito estatal.

No recuerdo ningún otro asunto que en los últimos años, al menos en Valencia haya levantado tanta pólvora como el cierre del Canal Nou. Ni el caso Urdangarín, ni la victoria del PP, ni el descenso y luego el ascenso del Villarreal CF. La polémica está servida. Hay voces gremiales que defienden los intereses de los 1700 empleados que van a ser despedidos, cosa siempre lamentable, con conflicto humanos y familiares dramáticos.

Alberto Fabra será criticado y enaltecido hasta la saciedad. Se evocará que en la Comunidad Valenciana, como en todas las restantes se ha disparado el presupuesto con proyectos faraónicos, muchos de ellos sin que hayan podido ser puestos en utilidad. Pero lo cierto es que si hoy debemos optar entre dedicar nuestros menguados fondos a universidades y hospitales o hacerlo a cadenas reiterativas de propaganda política, la duda ofende.

Reiterando mi pesar por los damnificados de la operación que engrosarán con unos cientos de personas los millones de arquitectos, obreros y funcionarios que desde hace tiempo están en el paro debemos preguntarnos si de veras la comunidad podía permitirse una cadena de televisión con una plantilla que duplica, por ejemplo, todo el escalafón diplomático de España.

Si las Autonomías quieren tener sus cadenas, deberán abrirse sobre nuevas bases: plantillas reducidas, presupuestos limitados, programas culturales con información regional, prohibición absoluta de telebasura y de programas tipo ‘Tómbola’ de infausto recuerdo. Todas las virtudes que los responsables de Canal Nou evocan desde que se anunció el cierre caben en este proyecto. Lo demás, las corresponsalías en el extranjero, los programas rosa, las películas rancias, la intoxicación política no interesan. Para eso están las cadenas privadas. Mantener cadenas públicas, todas ellas TV-1, Tele Madrid, Canal Sur, las seis cadenas catalanas, sería como si actualmente tuviéramos todavía en el terreno de la prensa, periódicos como los afortunadamente fenecidos ‘Arriba” y “Pueblo’.