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martes, 21 de mayo de 2024 | Última actualización: 22:18

Armada y el 23-F

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

El fallecimiento del ex-General Alfonso Armada pasa página de uno de los capítulos más oscuros de la reciente Historia de España. Ocurrió hace solo 32 años pero parece más propio del siglo XIX o de la primera mitad del XX plagados ambos de golpes militares, levantamientos, asonadas y pronunciamientos.

En 1981, España se encontraba aun en pleno proceso de transición; el Presidente Suárez conducía el Gobierno con crecientes dificultades provenientes tanto de la oposición socialista, como de su propio partido, UCD, en vías de descomposición y también de fuerzas extra–parlamentarias opuestas al camino democratizador que España estaba tomando.

Emplazada aun fuera de las instituciones euro–atlánticas, no pocos estamentos políticos, militares y económicos sentían un profundo malestar por la deriva que el país estaba tomando con la legalización del partido comunista y de sus líderes considerados hasta poco antes como los grandes enemigos de la patria, con una situación económica muy poco prometedora, con la ETA en el más virulento de sus momentos y una seguridad ciudadana muy por debajo de los baremos deseables y ciertamente inferiores a los del franquismo. En esas circunstancias, un grupo de Generales y Guardias Civiles creyeron que había llegado una vez más la hora de salvar a la Patria en una acción tantas veces repetida en nuestra Historia.

Los hechos son conocidos pero aun confusos. Quizá Armada creyó interpretar equivocadamente la voluntad real cuando en aquellos tiempos su desconexión con la Zarzuela era evidente (“Ni está ni se le espera”). Tejero asaltó el Parlamento sin saber muy bien quién le apoyaba ni quién era el “elefante blanco” que debería ponerse al frente del golpe. Milans del Bosch lanzó los tanques a las calles de Valencia, confiando que en otras capitales –principalmente en Madrid- le imitaran.

El 23-F fue una chapuza de golpe pero de no ser por unas pocas personas –el Rey y su equipo más próximo en primer lugar- aquella chapuza hubiera podido prosperar y España habría dado un salto atrás de medio siglo. En 1982 no hubiéramos entrado en la OTAN ni en 1986 en la Unión Europea. Quién sabe dónde y cómo estaríamos emplazados internacionalmente a día de hoy.

Sospecho que con la desaparición de Alfonso Armada algunos nostálgicos pensarán que con la fallida acción España perdió una oportunidad  regeneradora. No nos engañemos. La España de hoy no está para echar cohetes pero no debemos dudar que esta España tiene arreglo. La otra no la tenía. El 23-F de 1981 tuvo la indeseada virtud de reforzar la Monarquía y de vacunar al país contra los pronunciamientos. Con el ingreso de España en la Alianza Atlántica solo un año después y la profesionalización del Ejército, los militares encontraron su razón de ser en operaciones internacionales evitando que sus ocios pudieran ser orientados para intentar una vez más, salvar a la Patria.