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lunes, 13 de mayo de 2024 | Última actualización: 09:15

Hacia una sociedad más desigual

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Enrique Domínguez. Economista.

Acabamos de asistir al denominado debate del estado de la nación del que todos los partidos se consideran vencedores porque han dicho lo que querían manifestar. Más bien, en mi opinión, debería llamarse monólogo en lugar de “debate” y estado del argumentario electoral en vez del “estado de la nación”; las elecciones del próximo 25 de mayo hay que recordar que son europeas, aunque aquí siempre se enfocan en clave interna en lugar de luchar por alcanzar una Europa más unida y coordinada.

Desde el partido en el gobierno se han vendido como un hecho positivo los datos económicos actuales, bastante menos malos que los de un año antes, y las perspectivas, avaladas por la Comisión Europea, de un crecimiento positivo, aunque modesto, en el PIB de este año que permitirá aumentos netos en el empleo. Es una manera de ver las cosas.

Se ha hablado de cambio de tendencia, de que lo peor ya ha pasado y de que, gracias a las medidas adoptadas, se evitó el rescate del país y se ha enderezado el rumbo de la economía. Y todo ello con un cierto tono triunfalista y ofreciendo ya una reforma fiscal, reducciones de impuestos y medidas para fomentar el empleo; todo esto suena bien pero habrá que estar atento a la letra pequeña porque, seguramente, desafinará un tanto.

Lo que nos hace falta son auténticos debates sobre el estado de la nación en los que, en lugar de sacar pecho por el cambio de tendencia que se aprecia o de recriminar el no referirse apenas al problema del paro, se debatiera sobre los principales problemas del país que, si nos atenemos a los que aparecen en la última encuesta del CIS son: el paro, la corrupción y el fraude, los problemas de índole económica, los políticos, los partidos y la política y la educación.

Pero eso es soñar despierto porque parece que lo único que interesa es mantenerse en el poder, atacar a casi todo lo que propone el que gobierna o acercarse mucho a lo utópico en aquellos que tienen mínimas posibilidades de llegar al poder; y así nos va. Y el año que viene aún habrá más monólogo en lugar de debate ya que tendremos elecciones municipales, autonómicas y generales. Ahí queda eso.

Pero, si algo se ha registrado durante esta crisis es un aumento de la desigualdad, de la distancia entre la clase alta y la media y baja. Así lo constata el análisis de la realidad de cada día. Los recortes en la economía del bienestar, en los gastos sociales, en educación, en sanidad, podrían soportarse e, incluso, aceptarse si tuvieran fecha de caducidad, si sólo se aplicaran durante la crisis. Pero vienen para quedarse porque se nos dice que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que hemos jugado a ricos, que hem estirat més el braç que la mànega.

La propia reforma laboral es un ejemplo de ese fomento de la desigualdad. Con ella se ha argumentado que la empresa ha conseguido reducir sus costes laborales unitarios y ganar en competitividad, lo que ha permitido poder exportar más; a esto habría que contraargumentar que si sólo vendemos mas por el mejor precio, tenemos el futuro complicado porque, además, se ha recortado en aquello que puede ayudar en el futuro, la innovación y la investigación.

Esa reforma laboral prima el empleo temporal, facilita el despido en cualquier momento y, por tanto, hace más temeroso al trabajador, apenas afiliado a sindicatos; si, además, los convenios y sus negociaciones se han dificultado en extremo, estamos creando una clase trabajadora con menos derechos, con salarios ajustados que pierden poder adquisitivo según el Banco de España y sin incrementos ligados al IPC; o sea, fomento del trabajador mileurista que tendrá que cotizar más años para alcanzar una pensión cada vez más ridícula.

Y, por otro lado, con una imposición en IRPF muy elevada y con un impuesto sobre sociedades que cumplen las pequeñas y medianas pero que las grandes pagan en porcentajes mínimos.

Todo ello, pues, da ya y seguirá dando pie a una creciente desigualdad entre la clase trabajadora y media y la clase alta.

Es posible que ya se aprecie ese cambio de tendencia en cuanto al crecimiento económico pero también se constata que se va hacia una creciente desigualdad social; la brecha que se había ido acortando en los años previos a la crisis, se va agrandando como consecuencia de las medidas propiciadas para combatirla.