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lunes, 13 de mayo de 2024 | Última actualización: 20:59

Elecciones europeas: ¿A quién votar?

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Santiago Beltrán. Abogado.

La respuesta puede ser muy sencilla, o no tanto. Depende del objetivo que cada uno de los votantes pretenda satisfacer con ellas, del grado de compromiso que se quiera asumir, de la importancia que individualmente se le dé a unos comicios que deciden la suerte futura de todos (o solo de algunos), del producto que cada partido decida vendernos, de la fiabilidad del cumplimiento de unos políticos que tampoco deciden por si mismos sino en el marco de una estrategia ideológica común, y del buen o mal tiempo que haga un domingo de mayo, donde posiblemente apetezca cualquiera cosa menos invertirlo acudiendo a votar.

Si el elector busca un fin (por ejemplo, que nos bajen los impuestos o que se exijan menos obligaciones presupuestarias o de cumplimiento del déficit), tendrá que estudiarse el programa electoral de los partidos españoles, pero sobretodo el de los homónimos alemanes, lo cual pueda resultar harto complicado e inmensamente aburrido. Además de hacer este enorme esfuerzo, el votante español habrá de ponderar si una vez escogido el partido que mejor representa sus objetivos y compararlo con el del grupo europeo al que pertenece (liberales, socialdemócratas, conservadores, verdes, o cualquier otro, de los centenares que se presentan), qué grado de cumplimiento han tenido estos grupos, según experiencias anteriores, para ofrecer ahora la suficiente confianza. Por supuesto habrá que ser un convencido de que Europa, lejos de ser un estorbo, por no decir un gran problema, es la solución que se está esperando (fundamentalmente, en la salida de la crisis y la recuperación económica a nivel individual). Si ya no se cree en ello mejor es no perder el tiempo. Al final, posiblemente, lo que decida la participación tenga que ver con otras razones distintas a las apuntadas anteriormente, y junto con el hartazgo que provocan la mayoría de políticos, la desconfianza que inspiran los partidos (sobre todo si son del sur continental), dejar las urnas vacías tenga más que ver con el sol, el día festivo, las comuniones o cualquier otra posibilidad que si ahora no aventuramos, llegado el día estará planificada o se improvisará al efecto.

Vivimos en una sociedad, la europea, intrínsecamente escéptica. La desunión, las guerras del pasado, el distinto carácter de los europeos, la preponderancia de algunos países sobre otros, las envidias supranacionales, y la sensación de anquilosamiento de las estructuras europeas, de cementerio de elefantes, de retiro dorado de políticos pasados de vuelta, de imagen deteriorada e inservible, lejana y alejada de la realidad, son condicionantes lo suficientemente importantes, para que el votante español decida ‘pasar’, engrosando el mayoritario segmento del absentismo, que suele ser el vencedor en este tipo de elecciones.

Ahora bien, si tienes algún interés en las decisiones que en los próximos cinco años, los elegidos vayan a adoptar, en el campo o materia que sea, quizás si debamos hacernos oír o utilizar esta ocasión para que se nos tenga en consideración de alguna forma, y aunque no sea en clave europea, que nuestro voto pueda merecer una atención o valoración en clave interna. Por poner un ejemplo, si en la provincia de Castellón hay un colectivo que ha sufrido las consecuencias nefastas de una Directiva Europea, este ha sido, sin duda, el de los ‘paranyers’. Dicen los políticos de aquí, los que nos han gobernado a nivel estatal, comunitario y provincial desde el principio de la democracia, que la única solución a esta clase de caza solo desde Europa puede obtenerse. Se lavan las manos con más o menos pudor, para no hacer nada en ‘pro’ de la tradición, para a continuación atizar con prohibición, criminalización y ensañanamiento. Patadón y ‘tiente tieso’. Desde la oposición todo son buenas palabras, desde el poder la excusa de que no deciden. Pues, de acuerdo, si los dos grandes partidos solo sirven para preparar a ‘bombo y platillo’ el funeral del ‘parany’, porque no van mover un dedo en forma de iniciativa  parlamentaria para modificar la Directiva de Aves, los que por encima de cualquier otra cosa viven por y para la ‘parança’, lo deben tener muy claro de a quien no votar estas elecciones. Como tampoco el resto de partidos ofrecen ninguna garantía, o en muchos casos, son directamente el enemigo, y encima no votar implica desentenderse del problema, solo cabe adoptar una postura lógica e inteligente, que es convertir en nulo el voto y hacer que el conjunto de los mismos, en clave interna, puede suponer la llave para el gobierno de muchas instituciones a nivel local, provincial e incluso autonómico. Estar por encima de los diez mil votos nulos supone ser la tercera fuerza más votada, y sobre todo, la voz más poderosa que nunca haya podido tener este colectivo.

A ellos les toca ahora decidir, y pensar que diez mil votos nulos son en realidad veinte mil, porque a los primeros hay que sumar los que estos partidos perderán.