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jueves, 2 de mayo de 2024 | Última actualización: 22:34

¡Que viene la realidad!

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Estamos viviendo en una burbuja desde que comenzó la precampaña electoral de las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo; e, incluso, desde que se inició la legislatura que está a punto de concluir.

Los ciudadanos, unos más otros menos, nos preocupamos del día a día, de nuestros problemas cuando pedimos cita para el centro de salud o para el especialista, o de las dificultades para llegar a final de mes, o del precio de los alimentos, o de la diferencia entre el precio percibido por el agricultor y el pagado en el comercio, por el salario o la pensión. También nos preocupamos por la limpieza de nuestros pueblos, por la seguridad ciudadana o, a veces, por el que tiene menos.

Pero eso por lo que a nivel individual nos preocupamos, no se lo exigimos a nuestros políticos cuando se acercan elecciones; es más, nos dejamos llevar por sus argumentarios, que suelen eludir aquello sobre lo que están menos duchos o sobre lo que son aciertos del oponente. Se va a buscar aquellas cosas, secundarias muchas de ellas o que se magnifican, que distraen al receptor y se lanzan como arma arrojadiza sobre el adversario. Aunque hay quien considera al adversario ideológico como enemigo.

Mientras, el gobierno, magnifica sus aciertos y comete el error de no explicar paso a paso todo lo que hace para que se vea que no hay gato encerrado (aunque cada uno puede pensar lo que quiera, libremente o inducido a ello); no empatiza con los ciudadanos ni ejerce realmente como líder. Pero es mejor y más llamativo distraer al votante con grandes palabras: libertad o sanchismo o que viene la ultraderecha con sus ataques a derechos ya conseguidos. Se habla de que la economía va como una moto o que está estancada sin querer centrarse en la realidad; y no va como una moto ni está estancada, aunque muchos organismos nacionales y foráneos señalan que va mejor de lo pronosticado.

Pero la realidad se acerca; a partir del próximo 24 de este mes de julio, quien gobierne o consiga hacerlo, tendrá que enfrentarse con ella, será dura o más blanda. La realidad de la economía y de los problemas en torno a muchos temas estarán allí esperando y habrá que asumirla y hacerse cargo de ellos.

Porque ha terminado un periodo en el que la financiación ha sido barata y los fondos europeos han fluido hacia los países, estando en suspenso la normativa sobre la reducción del déficit y la evolución de la deuda. Desde ya, con la subida de los tipos de interés y la vuelta a esa normativa, el gobierno que surja tendrá que pedir la financiación a precios mucho más elevados; los ciudadanos ya están comprobando esa subida en las hipotecas y el efecto de la inflación en sus compras diarias de cualquier bien o servicio se atempera, pero continúa.

Y lo preocupante es que ese ciudadano que sufrirá en primera persona esos efectos no dice nada en los periodos electorales; se ciñe, en general, a los slogans pensando que el problema es el sanchismo o la ultraderecha y no lo del comer y vivir.

Y ese ciudadano no se da cuenta que, a pesar de que los programas electorales, (que casi nadie se los lee y conoce), le digan que van a bajar impuestos, a derogar esto o aquello, a dedicar más dinero a tal o cual fin, cuando los políticos vayan a intentar cuadrar los presupuestos, verán que la realidad es más dura.

Hablar de las pensiones, de los salarios y la productividad, de la fiscalidad y su reforma, de los beneficios empresariales, de la sanidad, de la educación o de una guardería o infraestructura y, por supuesto, de cultura, de los que tienen menos, pobres o emigrantes, del incremento de la pobreza, del aumento de los trabajadores pobres, parece que no le preocupa al ciudadano, pues no se lo exige al político de turno y cree, ingenuamente, que el que gane se lo va a resolver.

Ya comenzamos a ver en algunas autonomías y municipios lo que los votos de los ciudadanos han propiciado por no atender a las cosas del comer y vivir y sí a los argumentarios de los partidos.

Pero la realidad se impondrá y la tendremos que soportar; primeros se le echará la culpa al gobierno anterior y cuando esto ya no sea creíble, a la UE por el excesivo control en torno al medio ambiente y la Política Agrícola Común (PAC) o por tal o cual tratado comercial, firmado o pendiente de ello, cuando nosotros no nos hemos preocupado desde hace demasiados años en resolver nuestros problemas, en organizarnos, en estar donde hay que estar, en Bruselas, y no en la puerta de casa viendo como pasa el vecino y se organiza.

Otros elevan el tiro y además de la UE lo dirigen a la ONU pues para ellos la agenda 2030, sin paliativos, es la causante de todo el mal de la agricultura española e, incluso de la pérdida de la seguridad alimentaria. Incluso aseguran que España sería la huerta del mundo si la abandonara, que el exceso de comercio internacional es un problema, que el cambio climático no es tal, que se quieren eliminar azudes y presas o que el propio gobierno podría estar detrás de los cambios del ciclo hidrológico.

Pero la realidad se impondrá y, posible y desgraciadamente, algunas formas de ver la realidad nos retrotraerán a bastantes años atrás, Y todo porque los ciudadanos no nos hemos preocupado de que se debata sobre nuestros problemas del comer y vivir y solo se hable de los slogans, pensando que así el que venga lo resolverá todo. Demasiada ingenuidad; yo me incluyo también.

¿Y a usted le preocupa más lo del comer y vivir o los grandes slogans?