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sábado, 4 de mayo de 2024 | Última actualización: 22:51

España y Oriente Medio

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Como era de prever, después de una durísima aunque breve acción terrorista de Hamas, que conmocionó al mundo y que puede considerarse como una provocación contra el estado de Israel, la reacción de Tel Aviv está siendo inevitablemente fuerte y prolongada. Su objetivo es destruir a Hamas, rescatar a los 200 rehenes y transformar la franja de Gaza en un territorio pacífico desde el que no pueda haber agresiones como la conocida.

Era evidente que durante esa larga reacción israelí, el mundo árabe se movilizaría para intentar desacreditar al pueblo judío acusándolo de genocida, colonialista, expansionista y terrorista. Así está ocurriendo. Vemos manifestaciones pro palestinas en todos los países desde los Estados Unidos a Japón pasando por Europa entera.

Se trata de reacciones populares alentadas por minorías árabes o musulmanas implantadas en el mundo y que contravienen las posiciones políticas de occidente claramente en favor de Israel, país agredido y en contra de Hamas, organización terrorista agresora.

Ello ha sido así en todos los países menos en España donde, como estamos viendo a diario, una parte del gobierno -Sumar y Podemos- acusan a Israel de estado agresor, a su líder Netanyahu de criminal de guerra y exigen la ruptura inmediata de relaciones diplomáticas entre España e Israel.

Esta contradicción mostrada dentro del gobierno entre el PSOE y Sumar/Podemos no ha pasado desapercibida entre los socios y aliados y ha debilitado el liderazgo que correspondía a España durante el semestre en que presidía la UE. Un liderazgo que España desempeñó brillantemente bajo el reinado de Juan Carlos I y que se manifestó de forma especial con la Conferencia de La Paz entre Israel y los países árabes, celebrada en Madrid en 1991.

No es extraño, sin embargo, que Belarra y Diaz estén jugando la carta pro palestina. Saben que tal posición responde a un sentimiento expandido en nuestro país desde la post guerra civil. En el casi medio siglo transcurrido entre 1936 y 1982/86, España había quedado aislada del mundo occidental y tuvo que abrazarse a los amigos que le quedaban: Hispanoamérica y el mundo Arabe. Ello explica que España no estableciera relaciones diplomáticas con el Estado de Israel hasta 1986, 38 años después de su nacimiento. Y lo hizo principalmente para poder acceder a la Comunidad Económica Europea, un club en el que todos sus socios habían reconocido a Israel desde hora temprana. No es casual que 1986 fuera a la vez el año en que España abre su embajada en Tel Aviv e ingresa en la CEE.

Ante tal desacuerdo en nuestro gobierno, lo lógico hubiera sido que el presidente hubiera cesado a las dos ministras disidentes. Pero Sumar y Podemos saben que Sánchez no lo hará porque ello supondría el fin de este gobierno. Durante los años en que ha coexistido este contubernio, ha habido muchas ocasiones en que esa ruptura debería haberse producido. Pero nunca se produjo.

Con los pactos que vemos están gestándose para reconstruir un Frankenstein II, habrá muchos otros desencuentros y quizá aun más graves que el actual.

Si Sánchez alcanza los 176.