Es el último viernes de abril; son la ocho en punto de la mañana. Una mañana igual, pero sin embargo distinta a todas las mañanas del año en Les Useres, la población castellonense de la comarca de l’Alcalatén.
José Luis Serrano Fabregat/Castellón Información
Como desde hace siglos, en una tradición ininterrumpida, doce peregrinos barbados, vestidos con tosco sayal morado, cinturón de cuero y sombrero de ala caída, acompañados de un guía, que se distingue del grupo por llevar rosarios a ambos lados, inician una larga caminata que les llevará hasta la ermita de Sant Joan de Penyagolosa, en las estribaciones de la montaña más alta dela Comunidad Valenciana, para regresar de nuevo cuando las primeras sombras de la noche del sábado se adueñen de la pequeña población.
Es una de las peregrinaciones más antiguas de cuantas se celebran en tierras valencianas y, sin lugar a dudas, una de las que mejor conserva su ancestral ritual, una “consueta” seguida siglo tras siglo por esos peregrinos, todos descendientes de familias con hondas raíces en Les Useres, que tienen el privilegio de representar a sus convecinos en la rememoración de un antiguo compromiso.
A las seis de la madrugada del último viernes del mes de abril, se han reunido en la iglesia parroquial de la Transfiguración del Señor, punto de inicio de la peregrinación y al que retornará la misma el sábado por la tarde, los participantes en la misma. La primera misa, ésta en honor a ‘les càrregues’ - que son las personas que componen el séquito de los doce peregrinos y el guía - es seguida de un ancestral ritual y a las ocho en punto, acompañados por los sones graves del ‘O vere Deus’, como también sucede en la romería a la Magdalena en Castellón, se inicia la peregrinación.
Un camino sembrado de hojas tiernas señala la ruta a seguir y tras despedirse, postrándose de hinojos, de la población en la ermita del Loreto, comienza el duro camino. Solamente hay tiempo para caminar, rezar el rosario y cantar las ancestrales melodías y reponer fuerzas con unos alimentos frugales; huevos duros, bacalao, pan, aceitunas, vino y agua.
Una vez en la ermita de Sant Joan de Penyagolosa y tras haber descansado brevemente, y haber participado en una vigilia de oración y reflexión, los peregrinos tendrán acceso a lo que popularmente se conoce como ‘el secret dels pelegrins’, la reunión que se lleva a cabo en la sala de los ‘ex votos’ y en la que están solos junto con su ‘guía’ que tras pedirles perdón y lavarles y besarles los pies a cada uno de ellos, gesto que será imitado por todos los peregrinos, les hablará; una conversación que nadie conocerá, porque nada trasciende de lo que allí sucede. Como viene sucediendo, sin duda, desde el siglo XIV.
La vuelta a la población es seguida por centenares de personas que les reciben en las proximidades de Les Useres, donde se llega cuando las últimas luces del sábado dan paso a la noche. Es un momento espectacular en su impresionante silencio, apenas roto por el rozar de los pies en el suelo y el ruido de los bordones que marcan el paso de los peregrinos, junto con los cánticos litúrgicos con reminiscencias seculares.
Fotografías: Manuel Llopis.
