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miércoles, 8 de mayo de 2024 | Última actualización: 23:16

Cuando don Tancredo es Maquiavelo

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Pascual Montoliu. Ha sigut capellà, professor d'antropologia i teologia, i tècnic comercial.

Sorprendía el silencio de Rajoy, y su parsimonia, ante la tormenta independentista. Era como si el asunto no fuera con él.  Muchos pensábamos que se equivocaba al confiar toda solución al tiempo, que actúa a menudo de curandero. Nos parecía una estrategia de una inconsciencia tancredista. Ahora se entiende todo. Rajoy tenía el arma poderosa, ofrecida tanto por la Udef como por los servicios de inteligencia. Todo un asalto con granadas de mano a los cuarteles del soberanismo catalán, y con un mes largo de antelación a la Diada. Ya decía Felipe González que al estado de derecho también se le sirve desde las alcantarillas. Lo decía en referencia al GAL, que fue una violación burda del derecho del estado. No estamos ante el mismo caso. Si tienen alguna función los servicios de inteligencia es precisamente salvaguardar la seguridad del estado. Esta vez han funcionado a la perfección. Sin violentar la ley. Prima questio.

La segunda cuestión es más peliaguda. De no haber existido la amenaza separatista, es más que probable que Pujol seguiría siendo el molt honorable y, salvo quienes estaban en el secreto, no nos hubiéramos enterado de las mordidas del clan pujolista en la cosa pública. Todo le estaba permitido al sátrapa, o se miraba hacia otro lado, mientras el Pujol estadista facilitaba la gobernabilidad aportando apoyo parlamentario a cambio de todo tipo de concesiones. Esta era su cobertura para sus negocios opacos a costa del poder catalán. Ahora es el Pujol rufián, que lo es, pero no sólo él. También lo eran quienes, sabiendo lo que se cocía en la cocina de la Generalitat, callaban y amparaban sus desmanes. Así que el arma utilizada, tarde y mal, no es en favor de la justa y limpia gestión de la cosa pública, que es un fin en si mismo. Se usa como medio para desbaratar la orgía soberanista, con efectos colaterales muy graves. Se trata de una puntilla en pleno esternón al ya de por si desprestigiado sistema político. Salta por los aires CiU y queda el nacionalismo en manos de Esquerra Republicana. El daño moral en la ciudadanía catalana y española deja la vía expedita a Podemos para salir a pescar en aguas revueltas.

A Pujol se le ha caído la careta. A otro a quien se le está cayendo cada vez que abre la boca es a Pedro Sánchez. Sin ir más lejos, esta semana ha reivindicado su papel de arrebatar a Podemos las banderas de los indignados. Degrada en Europa a Elena Valenciano, transfiriéndola a otra comisión con el fin sacarla de las garras de Pablo Iglesias, que ya había dado de señales de ensañamiento con ella y conseguir así una plataforma propagandística. Mala estrategia para un PSOE a quien Podemos le está marcando la agenda y los deberes. Es la peor imagen, la de un partido impotente. Tiene todas las de perder en ese torneo.

Por si esto fuera poco, ayer el muchacho metió otra vez la gamba anunciando que, en caso de gobernar, cambiaría el actual Concordato por una Ley de igualdad y libertad religiosa. Menuda diarrea mental. ¿Qué impide una Ley de igualdad y libertad religiosa? El Concordato ya no existe, por si no lo sabía. Desde el 3 de enero de 1979 rigen unos Acuerdos entre la Santa y España, que sustituyeron al Concordato de 1953. Como Zapatero, Pedro Sanchez  habla de oídas y es por lo visto un mal oyente, pues no se entera. Parangonar un tratado internacional con una ley interna de España es no haber entendido lo más elemental de lo que es la acción de gobierno. Cada día que pasa me convenzo más de que otra vez el PSOE se ha vuelto a equivocar de candidato.
Y van cinco. Desde Felipe González la crisis de liderazgo no levanta cabeza.