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sábado, 4 de mayo de 2024 | Última actualización: 22:51

Gaza

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José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal. 

Dolor, tremendo dolor por dos pueblos enfrentados de por vida y condenados a convivir, mal que les pese en un reducidísimo espacio, con un sinfín de condicionantes, donde hasta la luz y el agua que en épocas de relativa tranquilidad llegan a la franja han de ser  de mano del Estado de Israel.

Cuantos agravios comparativos, cuantas masacres, cuántas vidas segadas por la lucha de una tierra árida, con fronteras hostiles para los judíos por todas partes y en donde desde 1947, tras la resolución de la ONU, han ido llegando de todas partes del mundo, unos para sentirse orgullosos de su raza y no tener que ser humillados, menospreciado o incluso masacrados por serlo, otros porque solo allí se consideran en su casa.

Para los palestinos, su tierra, su hogar, milenario al menos dos veces, desde  las originarias tribus nómadas; con la propiedad de todas las tierras que en la actualidad la conforman y que sus jefes, ávidos de dinero fueron vendiendo desde finales del siglo XIX, primero las peores y  poco a poco las demás a una agencia judía que se nutría con dinero de los oriundos de USA.

Después de la segunda guerra mundial y tras la creación del Estado de Israel se configuraron como un pueblo cuya prioridad era y es la supervivencia y la demostración a todos de su fuerza, de su energía y que la ley del talión "ojo por ojo...", continúa presente en su actuar.

Los palestinos, humillados, encerrados y aislados en una pequeña franja, la franja de Gaza, viven en condiciones penosas, impropias de nuestro tiempo. No  es de recibo que sobrevivan con ayuda internacional, y tampoco es justo que mujeres, niños y ancianos sucumban a la dictadura del brazo armado de Hamás.

Excesivamente televisado y retransmitido al minuto fue un campo de batalla  durante años en el que rusos y americanos mostraban su fuerza y poderío. Hoy, con algún que otro matiz volvemos a lo mismo.

Difícil solución, porque no se trata solo de que las potencias que les apoyan y por ende los grupos de presión cedan y favorezcan el diálogo y el entendimiento, hay mucho más.

Son dos pueblos radicalmente distintos, con modos de pensar, creer y actuar dispares y que por decirlo de un modo educado no se soportan .Solo tienen en común que cada uno de ellos considera que ese territorio es suyo, es su hogar.

No debe ser ejemplo de actuación la invasión prepotente y abusiva del  ejército de Israel, aunque se justifique  en el legítimo derecho a la defensa, pues ese modo de actuar solo genera odio, ya que considera a todo el pueblo palestino enemigo, y aunque sin serlo obviamente, es el mejor modo de conseguirlo; una realidad dura,  de muy  difícil solución que no puede ni debe dejarnos indiferentes.