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domingo, 5 de mayo de 2024 | Última actualización: 20:01

2015

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Desde que tengo uso de razón, no recuerdo haber cruzado un año con tal sentimiento de incertidumbre como el actual 2015. De alguna forma, España en pleno va a ponerse a prueba. Lo hará la corona, el gobierno, el parlamento, los partidos, las instituciones judiciales, los sindicatos y de forma especial se someterá a prueba la ciudadanía, el pueblo que en varias ocasiones en el curso del año tendrá que emitir su voto.

8100 ayuntamientos, la mayor parte de nuestras 17 autonomías van a verse sometidos a escrutinio. Más de 300.000 cargos políticos, la cúpula de 3 millones de funcionarios se juegan sus cargos en los próximos 12 meses. Nada nuevo hasta aquí ya que ello ha venido ocurriendo regularmente cada cuatro años. Pero sí que habrá algo inesperado en el próximo curso político y es la incertidumbre con que enfrentamos las consultas.

Por primera vez en cuatro décadas entramos en una etapa de grandes dudas. Los dos partidos clásicos que desde 1976 y hasta ahora han venido manejando nuestros destinos no tienen en absoluto seguro que serán capaces de gobernar ni separadamente ni siquiera tampoco en coalición.
Empieza a dibujarse en nuestro país algo que ya observe en otros pueblos cuando estuve operando misiones de control electoral: las posiciones ideológicas de derechas y de izquierdas están viéndose rebasadas por otros grupos nuevos que intentan hacerse con el poder arrebatándoselo a quienes consideran antiguos.

Debemos reconocer que estos no han sido capaces, en nuestra relativamente joven democracia, de hacer las cosas de forma impecable. El resultado provisional es que nos encontramos con una España con un número inaceptable de parados, con una corrupción demasiado frecuente y con un grave riesgo de centrifuguismo territorial.

Estos tres factores unidos -en especial los dos primeros- han dado como resultado la decepción de la ciudadanía, una parte importante de la cual se considera ignorada y maltratada y, pensando que no tiene nada que perder, está dispuesta a lanzarse en manos de quien les ofrezca la puesta en práctica de experimentos arriesgados que pueden llevar a España a la cuneta de la Historia.

En democracia, la soberanía está en manos del pueblo. No vamos a cuestionar aquí y ahora este principio. Pero si querría señalar que cargar sobre ese sufrido pueblo toda la responsabilidad del futuro de nuestro país, que con no poco esfuerzo y aun con errores, se ha situado entre los más desarrollados del mundo, me parece una carga excesiva para los 45 millones de españoles. Suele decirse que el pueblo nunca se equivoca pero no son pocas las ocasiones en que el voto popular ya sea por cansancio reflejado en altísimas abstenciones, o por revanchismo contra conductas reprobables en algunos políticos, han conducido a ciertos países al caos del que les está resultando imposible salir.

Abramos bien los ojos para ver qué ocurre en los próximos meses. Cómo evolucionan las elecciones en Grecia, cómo reacciona Bruselas -desde donde escribo estas líneas y donde percibo una preocupación sin precedentes-, veamos cómo funcionan las elecciones municipales y autonómicas en España y a la luz de todo ello, enfrentemos con la máxima responsabilidad las legislativas de fin de año. Cuidado. Nos jugamos en ellas mucho más de lo que pensamos. No descendería el número de parados, las clases medias se empobrecerían notablemente, las inversiones extranjeras huirían de nuestro país, nuestros propios empresarios se lo pensarían dos veces antes de arriesgar en España sus dineros, caería el IBEX, subiría la prima de riesgo, nuestra presencia en la Eurozona y en la UE estaría en entredicho.

Hasta que ese riesgo llegue y esperemos que se conjure, 2015 va a ser un año especial. Quizá con recuperación económica y, por lo tanto, con algo más de prosperidad en nuestros hogares. Pero no será un año aburrido y monótono. Intuyo todo lo contrario: se nos acerca un año movido y con turbulencias. Ajustémosnos los cinturones.