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sábado, 4 de mayo de 2024 | Última actualización: 17:49

La valla de Ceuta

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

El intento de saltar la valla de Ceuta el pasado 6 de Febrero por parte de más de 200 ciudadanos subsaharianos es el enésimo esfuerzo de masas de desesperados africanos de escapar de su miseria y entrar en la relativa prosperidad que para ellos representan Ceuta y Melilla, España, Europa.

Siempre ha habido alguna separación que delimitara la línea fronteriza de las dos ciudades españolas respecto a Marruecos pero desde 1995 y cada vez con mayor sofisticación, España, con el acuerdo de la Unión Europea, reforzó la valla que alcanzó sólidas alambradas de 12 kms de longitud en Melilla y 8 en Ceuta, con 6 metros de altura. Se trataba de proteger con ellas no solo las fronteras de nuestro país  sino los límites externos de la UE, ya que los emigrantes, una vez en territorio español tendrían más fácil acceso a otros países de la Unión.

La muerte por ahogamiento de 15 de los emigrantes que intentaron cruzar a nado las aguas marroquíes, ha desatado una gran polémica internacional que ha puesto en entredicho la acción del Gobierno español y de la Guardia Civil que se habría excedido en los métodos de contención de los asaltantes.

Unas reflexiones sobre la cuestión.

España es un país cuyo emplazamiento geográfico se encontraba en una situación desahogada durante los años de la Guerra Fría ya que estaba alejada de la zona de contacto entre el Este y el Oeste. Sin embargo, tiene un emplazamiento delicado en la perspectiva Norte Sur al encontrarse a escasos kilómetros de África. En el caso de Ceuta y Melilla, a escasos metros.

El Mediterráneo constituye una de las mayores fallas político-económicas del mundo, con diferencias de bienestar incalculables. Solo en Río Grande que separa los Estados Unidos de México y en el paralelo 38 entre las dos Coreas, existen diferencias de esta envergadura.

En los 16 intentos de violación de las vallas que se han producido en la última década, miles de africanos han buscado entrar en España, cientos lo han conseguido, algunos han perdido sus vidas en el intento desesperado.

De no existir las vallas y la Guardia Civil de frontera, el número de inmigrantes hubiera sido de decenas o centenares de miles de personas, cifras inasumibles para España y para la UE que exige se protejan las fronteras exteriores en todos sus puntos respecto a Europa Oriental, Transcaucasia y el Norte de África. Los países fronterizos desde Polonia hasta Italia y España, tenemos ahí una especial responsabilidad.

Las quince lamentables muertes en el área de Ceuta han puesto al descubierto, sin embargo, un fenómeno adicional: los países alejados de la zona de contacto con el Sur carecen de la sensibilidad necesaria para comprender un problema que les resulta ajeno. Nadie quiere implicarse en un asunto que, por su especificidad, creen erróneamente solo incumbe a España e Italia.

Es indispensable que Bruselas se comprometa con la protección de la frontera Sur de Europa. España sola no puede ni debe hacerlo. La situación del África subsahariana es desesperada y si Europa quiere impedir una invasión que conllevará mucho dolor y víctimas inocentes, hay que frenar la marea en origen lo que exigirá desembolsos cuantiosos para crear  en los países de emigración condiciones siquiera sea remotamente semejantes a las que esperan utópicamente encontrar en nuestro continente.

El muro de Berlín en sus 28 años de existencia hasta 1989 causó doscientas muertes que conmovieron con razón al mundo entero. Las aguas del Mediterráneo y el Atlántico han causado ya más víctimas pero el gravísimo problema no acaba de calar en las conciencias occidentales.

Para cerrar. Me parece farisaico culpar a la Guardia Civil española, la institución de mayor prestigio del país, de los sucesos en los últimos días. Su labor en la defensa de las fronteras españolas es, por tierra y mar, impecable. Me siento orgulloso de poseer la Cruz de Plata de la Benemérita. Dejemos de una vez de usar a las víctimas con rastreros propósitos políticos.