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jueves, 2 de mayo de 2024 | Última actualización: 22:34

Historia de la basura (I)

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Guillermo Miró. Ingeniero Industrial.

Esta semana está siendo difícil para los habitantes de Madrid. El martes cumplió una semana del inicio de la huelga de recogida de basura, y las imágenes que aparecen en los medios no son nada habituales para un país del  supuestamente “primer” mundo, y menos en una ciudad que aspiraba hace nada a ser olímpica. Hoy en día, estamos acostumbrados a crear un montón de basura en casa, en el trabajo y en el resto de actividades cotidianas y que mágicamente desaparezca de nuestro alrededor, permitiendo seguir produciendo más y más. Sin embargo, en estos días que el sistema tiene un fallo en algún punto es fácil ver lo “guarros” que somos y lo que podemos llegar a ser, porque fuimos más “limpios” hasta hace relativamente bastante poco.

En primer lugar, cabe señalar que, cuando nacimos como especie, éramos tan frugales y poco desperdiciados como las demás bestezuelas que nos acompañaban en este planeta. En aquel entonces éramos cazadores y recolectores y no dejábamos nada a nuestro paso. Con el nacimiento de la agricultura, cambiaron completamente las condiciones: para alimentarse el hombre no dependería del azar, sino que tenía que permanecer mucho tiempo en el mismo lugar para sembrar, regar, cuidar y cosechar el alimento, mucho más seguro que recolectar. Si las condiciones eran ideales, de hecho, era cuestión de quedarse permanentemente en el sitio. Debido a las ventajas frente al nomadismo, la gente empezó a congregarse en comunidades sedentarias que empezaron a crecer, y  el hombre tuvo que enfrentarse al conflicto de convivir con personas cuyo origen, nombre y manías desconocía. Para enfrentar las complicaciones fruto del urbanismo se crearon el Estado y las religiones oficiales, con el objetivo de tener un cierto sentido del orden morando entre desconocidos.  El segundo problema importante del sedentarismo fue que, debido a la permanencia de comunidades relativamente grandes en un mismo lugar, el qué hacer con los desechos se volvió un asunto serio. En las sociedades antiguas, el estudio de los desechos y su forma de tratarlos han definido toda una rama de la arqueología que determinan hábitos, costumbres y alimentación a partir del tipo de desechos y la forma que tenían de lidiar con ellos.

Ahora bien, cabe hacer notar que durante milenios la basura como tal era más bien escasa. Y es que aunque el sedentarismo había cambiado las circunstancias, la vida humana era bastante poco opulenta, con recursos que eran magros, la escasez frecuente y desastres (naturales y humanos) imprevisiblemente presentes. No se desperdiciaba nada porque resultaba difícil hacerse de cualquier cosa, ya fuera de uso cotidiano o de aparente lujo. Un campesino europeo podía aspirar a tener menos de una decena de cambios de ropa en toda su vida. En la existencia de buscones y pícaros que narra la literatura castellana del siglo de Oro, no hallamos personajes que anden buscando comida en la basura, porque seguramente no iban a encontrar en ella nada comestible.

La aparición de las ciudades provocó muchos beneficios, pero también la aparición de nuevos problemas que la humanidad tuvo que tratar. Aun así, la gestión de residuos es un problema relativamente actual, como veremos la semana que viene. Como siempre, comentarios abiertos para sugerencias, ideas… Hasta la semana que viene.