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domingo, 5 de mayo de 2024 | Última actualización: 22:10

Me sabe a humo, me sabe a humo…

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Guillermo Miró. Ingeniero Industrial.

Salía hace poco de un concierto hacia casa, y en los escasos 400 metros que la separan del auditorio encontré hasta tres tiendas similares salidas de la nada, abiertas en tiempo récord, cuyo único producto a la venta eran los nuevos dispositivos de moda: cigarrillos electrónicos. Además, he empezado a ver a gente por la calle con sus cordones de colores al cuello de donde colgaba este aparato. Ante el vacío legal que se presenta en España actualmente, hoy vamos a intentar contar un poco como funcionan y todo lo que les envuelve, para que tengamos más información y podamos decidir con criterio cómo actuar respecto a este tema. Como dice la canción de los Chunguitos “me sabe a humo, me sabe a humo…”, pero hoy veremos qué es realmente.

Un cigarrillo electrónico es un dispositivo, que funciona mediante batería, y tiene la capacidad de vaporizar un líquido mediante una resistencia que calienta la solución hasta vaporizarla con un sabor parecido al tabaco. Estos vapores son preparados en una cámara que tiene un orificio por el que el usuario puede aspirar estos hacia sus pulmones. Cuando se inhala, se pulsa el botón y se activa la resistencia. Un nebulizador dispersa la solución líquida y el vapor entra en los pulmones, que finalmente se expulsa sin dejar rastro de olores. El humo que se desprende es vapor de agua con pequeñas trazas de elementos orgánicos resultantes de la vaporización.

El gran secreto de estos dispositivos se encuentra en el líquido simulador del humo. Estos cigarrillos son recargables mediante unas soluciones líquidas, de venta en las mismas tiendas. Realmente no se sabe qué ingredientes tienen porque no hay una norma que así lo exija, aunque algunas marcas ofrecen a los consumidores un prospecto donde se citan sucintamente estos componentes aunque sin cantidades; salvo para la nicotina porque varía el precio. En general tienen cuatro elementos básicos: agua, nicotina, propilenglicol (el humo falso de los conciertos) y glicerol, que evita la sequedad de las mucosas y está probado en cosmética y medicamentos, pero no en caliente. Sin embargo, en algunos análisis realizados aparecen restos de medicamentos, nitrosaminas, benzopirenos… que son elementos nocivos para los humanos en dosis adecuada.

La Organización Mundial de la Salud señala que no está demostrada la seguridad de los dispositivos respecto a los vapores producidos, ya que los cigarrillos electrónicos llevan en la composición líquida (además del propilenglicol que provoca irritación, y la nicotina que todos conocemos sus efectos) muchos otros productos orgánicos cuya vaporización está en estudio por su posible perjuicio a la salud. Por otro lado, también señala que no existen evidencias científicas que demuestren que sustituir el cigarrillo convencional por un cigarrillo electrónico favorezca el abandono del consumo de tabaco, por lo que no pueden considerarse ciertos los anuncios de que estos dispositivos ayudan a dejar de fumar a día de hoy.

En resumen, estos productos que han aparecido como hongos por todas nuestras ciudades muestran un vacío en cuanto a resultados experimentales que demuestren o no si los cigarrillos electrónicos perjudican la salud. Además existe un vacío legal en cuanto a si se puede permitir o no el fumar cigarrillos electrónicos en las zonas donde no está permitido el consumo de tabaco. Es necesario que desde las autoridades se tomen cartas en el asunto y se tome una posición lo antes posible, por el bien de la salud de sus ciudadanos. Como siempre, comentarios abiertos para sugerencias, ideas… Hasta la semana que viene.