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domingo, 5 de mayo de 2024 | Última actualización: 19:17

Los dineros que salen...

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…por los que entran. Como diría José Mota, sustituyendo los dineros por las gallinas. Y, hay que ver cómo está el ambiente fiscal. Parece que la campaña preelectoral de cara a las elecciones autonómicas y municipales de mayo del 2023 y las generales de finales de ese mismo año, aliñadas con los precios de la energía y la guerra de Putin y regadas con una buena dosis de inflación, están dando lugar a que los argumentarios de los partidos se fijen en los impuestos como forma de mitigar o reducir el impacto de la guerra y de la inflación en la economía de las empresas y de los ciudadanos (en algunos casos, de los más pudientes).

Se argumenta, por una parte, que el dinero donde mejor está es en manos de los ciudadanos y no del estado y, por otra, que el que más tiene más debe contribuir; que hay que bajar los impuestos para unos o que hay que gravar a las grandes fortunas para otros.

Quiero intentar reflexionar sobre lo anterior, sin ser un experto en temas fiscales, porque me da la impresión de que ningún partido quiere coger el toro por los cuernos; es decir, que aceptando como hipótesis de partida el mantenimiento, como mínimo, del actual estado del bienestar, el plantear seriamente el debate sobre la imposición actual y sus posibles formas de modificación o adecuación, así como la evaluación de su gestión o eficiencia.

De ese debate serio saldría, seguramente, que algunos impuestos pueden variarse o que, en aquellos que son competencia exclusiva de las autonomías se pueda establecer una horquilla para evitar la competencia que ya se está produciendo, legal pero desleal, entre autonomías.

A poca gente le gusta pagar impuestos por el hecho de pagarlos; personalmente pienso que debo pagar impuestos, pero exijo, al mismo tiempo, el conocer su destino y su uso eficiente. Y, por desgracia, la transparencia no es la adecuada y se dan demasiadas maneras de reducirlos o eludirlos, lo que disminuye la recaudación. Y con un fraude fiscal en torno al 20% del PIB. La alternativa no es querer dejar de pagarlos sino seguir siendo con mayor fuerza la mosca cojonera.

Las personas que quieren una reducción de los impuestos pensarán que así su economía y la del país mejorará, que las empresas venderán más, contratarán más personal y que ello redundará en un mayor crecimiento económico. Esa secuencia de comportamientos (la curva de Laffer) parece que no se ha demostrada estadísticamente y más parece otro cuento de la lechera.

Y digo esto porque, si a usted le bajan el IVA de algunos productos (el tipo medio de España del IVA es inferior a la media de la UE), diferentes impuestos directos o su cotización como trabajador, lo mismo que a las empresas, ¿cree que va a gastar más enseguida o, tal vez lo guarde o lo use para tapar agujeros? La empresa que pague menos por cotizaciones sociales, ¿cree que empleará a más personal o tal vez invierta más o, a lo mejor, viendo como consigue fabricar lo que desea con los trabajadores actuales, incremente sus beneficios?

Me dirán que este comentario es muy pedestre. Es posible, pero si usted cree menos impuestos implican más actividad económica, debería tener en presente el hacerse un buen seguro privado de salud y tener un fondo para llevar a sus hijos a colegios privados porque si sale mucho y entra poco, lo público se debilita y degenera.

Y lo que es más curioso, usted seguirá pidiendo buenas carreteras y autovías, una justicia rápida, que las calles de su ciudad estén limpias o que haya seguridad para poder ir por la calle. Y eso, entre otras cosas, sale de esos impuestos que usted quiere que le rebajen o no quiere pagar.

Usted debe decidir si quiere una economía con un buen estado del bienestar, en la línea de los países nórdicos, o como la norteamericana, y atenerse a las consecuencias. Ya sabe lo que tiene que hacer con el seguro de viaje si va a USA.

Y no hay que olvidar que esa huida hacia adelante para no perder votantes que es la de ofrecer bajadas de impuestos está en desacuerdo con lo que diferentes organismos internacionales le están diciendo a España en el sentido de que no es el momento de hacerlo. Sobre todo, por el nivel de deuda que tenemos y los gastos sociales que la situación actual requiere.

Y habría que pensar también que España recibe 140.000 millones de euros de la UE tras dar su aprobación los países llamados halcones que, imagino, no verán con buenos ojos cómo se emplean esos fondos y como se reduce la recaudación de tal o cual autonomía o del país por esa bajada de impuestos, bajada selectiva o general.

Pero, por desgracia, la batalla del consenso está perdida y, es posible que se esté guerreando por el chocolate del loro cuando se analice la repercusión en cada caso concreto. Las grandes cifras quedan muy bien pero cada ciudadano debería saber cómo afecta a su caso particular y, por ende, si vale o no la pena ese posicionamiento a la baja, porque lo cierto es que la pobreza se incrementa y a esos ciudadanos que no alcanzan los mínimos solo les puede beneficiar una ayuda directa, no una bajada de impuestos a los que apenas contribuyen.

Los dineros de los impuestos que salen por los que entran; pero eso significaría mantener el actual statu quo y, la verdad es que la justicia, la sanidad y bastantes cosas más, necesitan una clara mejoría.

En conclusión, si a la exigencia de bajada de impuestos sin debate a fondo previo unimos que la economía sumergida supone, como hemos dicho, en torno a una quinta parte del producto interior bruto, tenemos el coctel perfecto para un complicado futuro.

Yo quiero que se debata a fondo sobre la imposición, pero exijo una transparencia total. ¿Y usted qué opina?