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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 19:02

El colectivo de personas sordas sigue luchando para reivindicar su hueco en el mundo

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Las asociaciones tildan de "papel mojado" la ley del BOE que reconoce su compromiso tanto con las personas sordas como con la lengua de signos

La lengua de signos es una realidad comunicativa en España: una lengua reconocida con historia y con cultura. Aún así, es una realidad ignorada por las distintas administraciones públicas, que no dejan de reconocer la ley del BOE del 23 octubre del 2007, una ley que reconoce tanto la lengua de signos como el derecho a las personas sordas a la información. Sin embargo: “la ley ha sido durante diez años como papel mojado”, valora la presidenta de la Asociación de personas sordas de Castellón (Apesocas), Laura Cervera Martí. Las personas sordas son un colectivo que cada día, sufren no sólo los estigmas sociales hacia las personas con discapacidad, sino también, lo que suponen las barreras de comunicación y las dificultades de acceso a la información. La presidenta de Apesocas mantiene que es necesario reivindicar y luchar “cada día”, aunque sea “muy difícil debido a las propias barreras comunicativas y a la invisibilidad social a la que nos enfrentamos". 

Tàrsila Galdón/Castellón Información 

llengua signes II

La provincia de Castellón cuenta con al menos 3.000 personas tanto sordas, sordociegas como con discapacidad auditiva, es decir, pérdidas auditivas debido a la edad y a otros factores.  “Aproximadamente 100 pertenecen a nuestra asociación”, informa también el vicepresidente de Apesocas, Karolis Pilipavicius. Aún así, desde la asociación insisten que son todo estimaciones, ya que la protección de datos impide saber cuántas hay realmente. A nivel nacional, la Confederación Estatal de personas sordas (CNSE) mantiene que hay 1.000.000 de personas que integran este colectivo. 

El vicepresidente de Apesocas opina que la asociación no cuenta con más personas que pertenecen a este colectivo porque las asociaciones de Valencia “recogen más personas, al tener los recursos y servicios más centralizados”, y asegura que “la situación de cada persona también es importante: es diferente si están enfermos, si tienen una discapacidad sobrevenida o si es de nacimiento o de temprana edad...", y completa: "También depende si se trata de personas  mayores con pérdida de audición o personas mayores sordas…”.

Al fin y al cabo, "influye tanto el contexto familiar, educativo como social", mantienen ambos representantes. Tanto Cervera como Pilipavicius aseguran que también es importante tener en cuenta las diferentes formas de comunicarse como la lengua de signos o la lengua oral. 

De hecho, la ignorancia de la sociedad sobre este colectivo es más que punzante: se desconocen términos básicos como ‘signante’ (persona  que utiliza la lengua de signos para comunicarse) ‘oralista’ (persona que se comunica mediante la lectura labial y de manera oral) o que el término ‘sordomudo’ es ofensivo, ya que las personas sordas no son mudas. Los oralistas son aquellos que utilizan la lengua oral y que leen los labios.

La presidenta de Apesocas mantiene que en la vida diaria, "estamos abocados a tener que realizar enormes esfuerzos para comunicarnos mediante la lectura labial, que no es más que una habilidad que se puede tener, o no". Además, Cervera sigue explicando que con la lectura labial la comprensión del mensaje es muy complicada: "de toda la información puede que entendamos con claridad un 25% del mensaje que se nos transmite", y prosigue: "lo que dificulta enormemente un desarrollo social en condiciones de igualdad con el resto de la sociedad, y además, perdemos un 50 % y el restante, dudamos”.

Por otra parte, uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta el colectivo de personas sordas son las barreras de comunicación: “Es necesario que la sociedad abra mucho la mente porque falta mucha información”, matiza Cervera. Aquí es donde entra la ley del BOE del 23 octubre del 2007, ya que tanto presidenta como vicepresidente de la asociación consideran que se ha conseguido un porcentaje realmente ínfimo de los objetivos reales que planeta esa ley. 

La ley del 2007 parece estar de acuerdo con todas las reivindicaciones que desde las federaciones y confederación se realizan, ya que tilda de “derecho” la accesibilidad a las normas y a la información. De hecho, en su preámbulo, se reconoce tanto la lengua de signos como la obligación a “subsanar esta situación y propiciar su acceso a la información y a la comunicación”. Aún así, la misma ley parece aceptar que son muchas las situaciones en las que no se disponen de los servicios necesarios para este colectivo. 

lengua de ssignos

La paciencia es lo que se puede leer en las palabras de ambos representantes, ya que han sido 10 los años que han esperado para que se produzcan esos cambios prometidos. Concretamente, en 2007 se constituyó una mesa de trabajo para la elaboración de un real decreto que se presentó y que desde 2018 está pendiente de aprobación. “Fue una ley piloto, o al menos antes lo era”, asegura la también especialista en lengua de signos y completa Pilipavicius: “Ahora es cuando se está empezando a implantar realmente”. 

Una pregunta retumba en el ambiente: ¿Quién vigila al Estado para que lleve a cabo todas estas acciones? Existen las Normas Uniformes de las Naciones Unidas, un resumen que recoge todos los derechos para las personas con discapacidad, y su artículo 20 es claro: “es necesaria la supervisión y evaluación a nivel nacional de los programas sobre discapacidad en lo relativo a la aplicación de las Normas Uniformes”. 

La presidenta de Apesocas aclara que tanto el movimiento asociativo como la CNSE tratan de presionar: “pero el Estado da largas y excusas”, se muestra tajante Cervera. La misma CNSE declara este hecho como uno de sus objetivos: “realizar un seguimiento a la gestión administrativa” o también “dotar de apoyo a cualquier desarrollo legislativo en propuestas de la lengua de signos en la educación”. Aún así, a pesar de todo su esfuerzo, nada parece ser suficiente para poder visibilizar este colectivo.

 Por su parte, tanto Cervera como  Pilipavicius reivindican que su forma de comunicación natural es la visual: "Son mis manos, mis expresiones faciales y mi postura corporal lo que me proporciona una accesibilidad comunicativa completa", matiza Cervera. “Yo puedo reír, chillar y enfadarme”, explica la presidenta de la asociación y prosigue: "puedo hablar, pero no como una persona oyente, puesto que no he estado expuesta al aprendizaje auditivo: para mí, hablar de un modo oral es algo forzado"

También completa su vicepresidente: “puedo hablar, soy hipoacúsico, es decir que tengo restos auditivos que me permiten controlar mi propia voz”. Ambos coinciden en que a veces las personas sienten lástima por ellos o se dedican a burlarse. “Yo no siento el mundo con sonido, yo siento el mundo con los ojos”, se muestra orgullosa Cervera.

Ante la pregunta de ‘Qué se puede hacer?’, ambos son tajantes: “es necesario escuchar a las personas sordas”. Desde la asociación explican que a veces, las personas intentan ayudarles pero se equivocan. “Tienen que respetar nuestra lengua, no queremos una privación lingüística”. Por este camino también parece ir la propia CNSE, que asegura que durante muchos años la lengua de signos se había tratado de "proscrita".