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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 21:31

Educar en la asertividad es clave para una adolescencia equilibrada mentalmente

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Poner límites y saber decir que no son habilidades relacionadas con la asertividad, que es un estilo comunicativo que se caracteriza por la capacidad para comunicarnos de forma efectiva. Principalmente, consiste en decir lo que queremos transmitir, creencias, opiniones, sentimientos de una manera firme y respetuosa con los demás y con nosotros mismos. Según, Noelia Monlleó, psicóloga del Centro Médico Vithas Castellón,“el estilo asertivo no solo prospera la comunicación, sino que aumenta la confianza en uno mismo, permite obtener el respeto de los demás y mejorar las relaciones sociales; además, nos ayuda a obtener lo que queremos conseguir entre otros beneficios”. Asimismo, la especialista insiste en la importancia de enseñar a los más pequeños esta habilidad “es determinante enseñar este estilo en la infancia y que los niños crezcan aprendiendo estas habilidades ya que cambiar el estilo comunicativo en la adolescencia o en la adultez es más costoso”.

El mal uso de las redes sociales es un peligro para el bienestar emocional

En cuanto a las redes sociales, la especialista comenta que “en muchas ocasiones, las redes sociales no muestran la realidad de quiénes somos o de cómo es nuestro día a día, sino que nos enseñan imágenes y vídeos con unos estereotipos de belleza y estilos de vida difíciles de alcanzar” e insiste en que “todo esto puede generar un conflicto interno que acabe afectando al autoconcepto y a la autoestima del niño o adolescente”.

Monlleó asegura que “hay estudios que concluyen que los adolescentes que pasan mucho tiempo usando las redes sociales tienden a presentar más estrés, más sentimientos de soledad y mayor aislamiento social” y añade que también se asocia a menores sentimientos de felicidad y de satisfacción vital, de hecho, se ha demostrado que los menores de 13 años que hacen un excesivo uso de redes sociales presentan un 27% más de probabilidades de sufrir depresión (Twenge, 2017).

Por este motivo, la psicóloga Noelia Monlleó, recomienda a los padres más control en el tiempo de uso de las redes sociales y un mayor control de los contenidos a los que se exponen los niños y adolescentes. Además, añade que “el uso excesivo de las nuevas tecnologías genera un estado de ansiedad en los menores, en muchas ocasiones, por la necesidad de mirar el móvil. Todo ellogenera un aumento de la procrastinación, la cual consiste en posponer actividades, y esta actitud a la larga lleva asociada sentimientos de fracaso y baja autoestima en los menores”.

Gestión emocional desde la infancia

Tal y como indica la especialista, la implicación de los padres en la educación de los hijos es clave para su desarrollo emocional y afectivo “por desgracia todos tenemos que hacer frente a situaciones complicadas a lo largo de nuestra vida y, en la mayoría de los casos, no podemos hacer nada por evitarlas porque no depende de nosotros que ocurran o no.Por lo tanto, un adecuado manejo de las emociones en la infancia puede ayudar en la edad adulta a sobrellevar mejor ciertas situaciones, a controlar el estrés en momentos difíciles, a tomar decisiones complicadas… y esto sí que puede evitar o disminuir ciertos sufrimientos asociados”. En este sentido, añade que “es recomendable buscar ayuda externa tanto para los más pequeños como para los padresporque, en muchas ocasiones, es complicado gestionar tanto las situaciones como las emociones que afloran”.

En la terapia psicológica se emplean determinadas técnicas en función del motivo de consulta y de la etapa evolutiva del paciente. “En el caso de los más pequeños,por ejemplo, cobra especial importancia el empleo del juego como herramienta de trabajo, porque nos permite observar la conducta e indagar en pensamientos y emociones para poder trabajarlo indirectamente. En el caso de los adolescentes se puede realizar discusión cognitiva, emplear técnicas de gestión emocional y de modificación de conducta, entrenar en habilidades sociales, en solución de problemas, etc.” explica Monlleó.

Cuándo llevar a nuestros hijos al psicólogo

Hay diferentes señales de alarma que pueden aparecer en distintoscontextos o ante determinadas personas. En el caso académico, por ejemplo, llamaría la atención un notable empeoramiento en el rendimiento escolar, dificultades en la concentración, inquietud, hiperactividad o un cambio en la relación con sus compañeros.

La especialista asegura que “los padres han de tener en cuentaalgunas señales emocionales como ira, miedo, culpa, celos o tristeza persistentes, cambios de humor frecuentes… así como también los cambios conductuales tales como elaislamiento, las respuestas agresivas verbales y/o físicas, rabietas, desobediencia, etc y en el caso de tratarse de adolescentes,se pueden incluir las conductas adictivas. Otras manifestaciones que hay que atender son alteraciones en el sueño, cambios en la alimentación y somatizacionescomo, por ejemplo, dolores de cabeza, problemas gastrointestinales…etc.”.

Y, por último, la psicóloga comenta que“otro de los motivos por los que buscar ayuda psicológica es cuando acontecen cambios importantes como la separación de los padres o la pérdida de algún familiar.

La especialista considera imprescindible en la educación crear y mantener rutinas desde edades tempranas e incluir el deporte dentro de estas, así como establecer normas claras y respetarlas. Además, añade que “es importante fomentar la independencia para que poco a poco vayan ganando confianza consigo mismos, permitirles que se equivoquen para que puedan hacer los aprendizajes correspondientes siempre y cuando el error no suponga un peligro o un daño; decirles que no cuando se considere aunque sepamos que eso va a suponer una rabieta, ya que así, el niño aprenderá a gestionar la frustración asociada; acompañarles en el desarrollo emocional observando y hablando sobre sus emociones para que puedan reconocer desde pequeños los diferentes tipos de emociones, cuándo surgen, porque… y ayudarles en la gestión emocional y por último, cuidar los mensajes que decimos a nuestros hijos como “tú eres fuerte”, “no te pongas así”, “no llores” … ya que invalidan sus emociones”.