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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 21:59

¿Estamos asistiendo a la desprogramación del 'animal social'?

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Maria. B Alonso. Psicológa Clínica y Forense. Coordinadora UNED Castellón.

Desde los mismos albores de la historia del hombre se recoge su tendencia a la tribu, al grupo. Una muestra de esta actitud gregaria del ser humano se puede observar en las cuevas donde se han encontrado pinturas rupestres, donde se puede apreciar cómo cazaban en grupo cooperativamente. También se han hallado en grabados y otras formas de expresión, reflejos de una rica vida social desde los mismos principios de las primeras civilizaciones. Aristóteles, al igual que Platón, defendía la sociabilidad de los hombres como parte de su propia naturaleza y decía: “El hombre es un animal político o animal cívico”. Precisa de sus otros congéneres para poder sobrevivir. Precisa la “civilización”.

No somos en la historia de nuestra filogénesis como especie, la más adaptada para la supervivencia en el “hábitat natural o salvaje”, llámese jungla, selva o sabana… Muy al contrario, hemos creado como especie una hábitat artificial, hasta el extremo de poner en peligro la supervivencia de otras especies, por el continuo expolio que hacemos del que fue el hábitat cuna de nuestra especie. Pero estos hábitats tan extremadamente artificiales, nos permiten sobrevivir mejor a las circunstancias de la naturaleza salvaje. Si bien es cierto, creando otras amenazas, provocadas por la contaminación, las nuevas tecnologías y otras que, a lo largo de la historia como especie, hemos ido inventando.

De cualquier forma, no es el motivo de este artículo reflexionar sobre las consecuencias que tenemos como especie tóxica sobre el planeta Tierra o la historia de la tecnología. La intención es dar, de forma breve, una visión del aspecto social humano desde la senda de la neurociencia y las ciencias sociales.

Para seguir valorando la importancia del aspecto social del hombre o animal cívico, que a través de su cultura y sociedad creó toda la civilización actual, tendríamos que valorar varios aspectos o cuestiones y ante todo, plantearnos si esta actitud social se verá deteriorada o alterada, e incluso llegados a este punto plantearnos: ¿el ser humano precisa a los otros?, ¿es fundamental para la supervivencia el otro?, ¿está en nuestra genética de especie la capacidad de sociabilización? y ¿tenemos por tanto estructuras neurológicas que apoyen la teoría de ese "animal social", en nuestros días?.

Desde las neurociencias y la investigación de otras áreas en el comportamiento social humano, parece haber evidencias fiables de una programación genética para lo social, para interactuar desde el mismo nacimiento de un bebé, con los otros. Se ha detectado en bebés, que a las pocas horas de nacer, responden a estímulos sociales de forma eficaz. Parece ser que, en esta capacidad de sociabilización de los individuos, desde el mismo nacimiento juegan un papel básico las “neuronas espejo”, que se han considerado uno de los sustratos biológicos más importantes de ese "cerebro social”.

“Las neuronas espejo” permiten dos aspectos relevantes en la sociabilización de los individuos: por una parte el contagio emocional y por otra el aprendizaje cultural. Dotando en el desarrollo del niño las capacidades de la imitación y la empatía e inicialmente respuestas emocionales acordes a la estimulación de los padres. No debemos olvidar que la eficacia en la comunicación no verbal en esta época del desarrollo es básica para la supervivencia del bebé. No es de extrañar que la madre, y otros adultos del entorno que cuidan a los bebes, pronto detecten por su forma de llorar o gesticular sus estados emocionales y necesidades.

Siguiendo un poco la cronología del desarrollo del cerebro del niño, otra teoría que habla de la importancia y eficacia de este cerebro social, es la denominada Teoría de la Mente, acuñada en nuestro entorno por el desaparecido Profesor Ángel Reviere.

La Teoría de la Mente ha sido el intento más aceptado a nivel mundial para explicar las consecuencias de los fallos de las denominadas “neuronas espejo” en los niños con autismo. Ésta se podría definir como una capacidad o habilidad cognitiva extremadamente compleja y que se hace evidente a la edad de más o menos de tres años. Esta capacidad dota al niño de corta edad de la capacidad de atribuir estados mentales a sí mismo y a otros, dándose cuenta el individuo de la diferencia entre ambas mentes, la de él y la de su interlocutor. A través de las experiencias sociales de los dos o tres años de vida primeros, se crea un sistema de conocimientos de lo interpersonal, de detección de la intención de los otros. Este sistema de conocimientos sociales y emocionales, en ocasiones es inconsciente y le permite que el individuo infiera en el otro creencias, deseos y sentimientos, y de esta manera conseguir interpretar, explicar o comprender al otro y, por tanto, lo complejo de lo social. Coloquialmente diríamos que es un decodificador más allá de lo que se dice. El niño que tenga un déficit en la Teoría de la Mente o fallo neuro-funcional de sus neuronas espejo, interpretará literalmente lo que se le dice, no detectará la ironía, ni otras formas de intencionalidad que no sea lo que se dice tal cual. Por tanto este fallo en las denominadas “neuronas espejo” afectará al funcionamiento del cerebro social de forma drástica.

Posiblemente en otros momentos evolutivos en la supervivencia de la especie, sería básico el adecuado funcionamiento de la Teoría de la Mente y su sustrato biológico, las “neuronas espejo”, que permitió comunicarse tanto a nivel consciente como inconsciente e involuntario con el otro, favoreciendo cada vez más un complejo sistema de comunicación que permitiera sobrevivir en un hábitat hostil.

Un paso más en el desarrollo del niño, y de vital importancia para la trasmisión de la cultura con sus tecnologías, e impulsar más su sociabilidad a través de su socialización en las aulas, se produce en el ámbito educativo y escolar. Hay estudios desde las neurociencias vinculan la mejora en aprendizaje desde los aprendizajes colaborativos en las aulas, el apoyo de los otros para aprender se volverá apoyar en el sustrato biológico de ese cerebro social innato. Ya Vygotsky desde la escuela rusa, a principios del siglo XX, hablaba de la importancia del contexto socio-cultural para el desarrollo general de los niños.

Como conclusión o reflexión diría que la especie humana creó un mundo artificial para sobrevivir a la naturalez, salvaje e incontrolable para sus precarias facultades físicas. En esta senda que duró miles de años, fue fundamental lo social, con una dotación neurológica y genética para ello. Nació con la capacidad de crear civilizaciones, de ser político y ¿ahora estamos asistiendo a la desprogramación de lo social, al auge de lo individual, a la anomia social y a la pérdida de lo social, la extinción de la forma gregaria del ser humano? o ¿es solo quizás, un espejismo y volveremos a un mundo más gregario para volver andar por la senda del animal social? ¿Sobrevivirán a todos estos cambios sólo los menos gregarios? o ¿aparecerán nuevas formas de entender lo gregario y de vivirlo?...