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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 11:27

Paro y playas

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Enrique Domínguez. Economista

Junio ha sido el mes en el que la llamada nueva normalidad ha iniciado su andadura. Tenemos menos trabas para desarrollar nuestras actividades empresariales y personales y para adecuar paulatinamente el comportamiento social a las normas previas a la crisis sanitaria. Sin embargo, va a ser fundamental que todos los ciudadanos, jóvenes y no tan jóvenes (me resisto a llamarnos mayores) seamos lo suficientemente responsables para evitar rebrotes y, sobre todo, transmisiones comunitarias.

Junio ha sido casi siempre un mes en el que las cifras de personas paradas han descendido; en los últimos veinticinco años únicamente han ido al alza en 1999, 2005 y 2008.

Sin embargo en este pasado mes de junio los parados han aumentado en 1.747 personas. Y ello, a pesar de la reanudación paulatina de la actividad, que se ha plasmado en un mejor comportamiento en industria, en construcción e, incluso, en servicios, sectores que han visto disminuir el montante de sus parados.

Por el contrario, se han dado incrementos en el sector agrario y en el grupo de sin empleo anterior. El avance en la agricultura no acabo de entenderlo porque junio es un mes con escasa actividad y en el que no hay razones objetivas, al menos yo no las veo y puedo estar equivocado, para ese ascenso. El año pasado, por ejemplo, en junio se registraron ocho parados menos.

En cambio, el incremento producido en el grupo sin empleo anterior sí tiene una explicación clara: la apertura de las playas y el control de acceso a las mismas ha sido la causante. ¿Y eso, cómo es posible? Muy sencillo. La necesidad de vigilar los accesos a las playas y el respeto a las distancias mínimas ha originado la convocatoria de la oferta pública de empleo “como auxiliar de planes de contingencia playas Covid-19”, para lo cual era imprescindible inscribirse en el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE).

Mucha gente joven se ha apuntado al SEPE para poder acceder a esa convocatoria y, de ahí, el fuerte aumento en el grupo de sin empleo anterior; este grupo ha aumentado su montante respecto a mayo en 1.617 personas mientras los parados con menos de veinticinco años han crecido también respecto a mayo en 1.727 personas. Será positivo que, aparte esos contratos veraniegos, una parte de ellos pueda continuar en otras actividades. Y para ello, la responsabilidad de todos va a ser fundamental.

La paulatina incorporación de los trabajadores a sus actividades también se ha notado en el hecho de que a 30 de junio las personas incursas en Ertes

habían descendido hasta las 19.448. Su incorporación a la economía productiva o a la lista de parados va a depender, repito, de esa responsabilidad colectiva.

Pero no solo de esa responsabilidad. Como he comentado en algún artículo anterior, es primordial que reconstruyamos las actividades del mayor número de firmas o de autónomos, pero también lo es pensar en el medio y largo plazos; en esa tarea que llena la boca de los políticos de diverso signo, de adaptar o modificar el tejido productivo provincial o regional, de ir hacia un nuevo modelo económico, de invertir en I+D+i (qué bien queda esto último).

Sin embargo, algunas administraciones (reduciendo programas de investigación o suspendiendo contratos con otras entidades y firmas, por ejemplo) y algunas empresas (desgravándose como I+D+i inversiones que no son tal o que deberían realizarse sí o sí, por ejemplo) se encargan de ponerle trabas en bastantes ocasiones, tanto a nivel autonómico como nacional.

En resumen, las playas han tenido algo que ver en el paro de junio pero todos nosotros tenemos mucho que decir en su evolución para los próximos meses y en ser la mosca cojonera que presione para evolucionar hacia un modelo económico y social de mayor viabilidad y sostenibilidad. ¿Qué opinan ustedes?