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sábado, 20 de abril de 2024 | Última actualización: 22:37

Pactos

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Juan Teodoro Vidal. Químico.

Las personas formamos grupos o unidades con otras personas: familia, etnia, empresa, nación, religión, etc, de forma que pertenecemos a más de uno de esos grupos. Algunos no podemos elegirlos porque resultan de nuestra forma de vida, como la familia y la etnia a las que pertenecemos aunque no queramos. Otros los encontramos en nuestra relación con otras personas, como la empresa en la que trabajamos. O nos vienen impuestos, como la nación (y la religión en muchos casos). Hay otros grupos menos formales o menos estables, como pueden ser el grupo de amigos o compañeros durante cada periodo de nuestras vidas, o los vecinos de una finca. El caso es que cada uno de nosotros tiene una colección de relaciones con otros.

La relación con otras personas produce conflictos de todo tipo, que casi siempre tienen que ver con desigualdades en esa relación. En la práctica todo se rige por normas, sean escritas o decantadas por las costumbres. Normas que son el resultado de consolidar las circunstancias en que la relación es más estable. Cuando se refieren a la nación se llaman leyes. Y se produce el equilibrio. El equilibrio es, igual que sucede en química, un doble flujo equivalente o 'justo' de lo que cada uno aporta y recibe, siendo determinante de la estabilidad de una relación el balance entre lo que uno aporta y lo que recibe respecto de la otra parte. Si ese balance es muy desigual, por ejemplo si pagamos muchos impuestos pero recibimos pocos servicios, se producen tensiones y deseos de cambios.

Para que una norma o ley impere ha de ser aceptada por el conjunto del grupo. De una forma u otra esa aceptación es un pacto. Todos nosotros estamos continuamente celebrando pactos con todos los que nos rodean. Desde acordar en casa quien baja la basura o va por el periódico, a aceptar un nuevo empleo, decidir en favor de una candidatura para presidente de la comunidad de propietarios, firmar un seguro, solicitar una tarifa del móvil, y en general todo lo que tiene que ver con la convivencia, todo supone aceptar unas reglas del juego y el proceso en que se aplican. Es la forma civilizada como los humanos hemos resuelto los problemas y como la relación pacífica entre muchos funciona.

Así no es nada extraordinario que también en el ámbito político se requieran pactos. Debe haber, y es sano que haya, voluntad de pactar cuantas más cosas afecten a la mayor cantidad posible de pertenecientes a la sociedad sin exclusiones, para mejorar la estabilidad. Para que no haya que estar continuamente cambiando cosas esenciales y que afectan al largo plazo, como puede ser el modelo educativo, el sistema sanitario y de pensiones, la política exterior y de defensa, las leyes que tienen que ver con la economía y la vida laboral, etc. Gobernar bien es pactar aquello que beneficia a la sociedad. Bienvenidos sean los pactos y si no hay mayorías absolutas, con más motivo.