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sábado, 20 de abril de 2024 | Última actualización: 14:33

Castelló o la triste monotonía del verde

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Por si acaso piensan que va de color político, les comento que no tiene nada que ver con la política, aunque sí con las decisiones de algunos políticos, con sus protocolos o con los escasos (por no decir, nulos) deseos de ponerle color y alegría a la ciudad. Y no me refiero a las fiestas, en las que hay mucha masificación y jolgorio, sino a lo que el ciudadano observa al levantar la vista por las calles de Castelló en las que los árboles están presentes.

Y vayamos al grano; Castelló de la Plana es una ciudad en la que el color verde es casi el único que predomina. Decir Castelló es decir verde. Y poco tiene que ver con la canción de Raimon “Tots els colors del verd”. Lo tenemos con la franja verde de la bandera local, con las cintas de la Magdalena, con el color delos árboles que circundan el término municipal y con los árboles plantados en bastantes calles del casco urbano; incluso con el lema del Servei de Manteniment de la Ciutat(SMC) “Castelló sempre més verd” y con el nombre, si no me equivoco, de la empresa que se encarga del mantenimiento de la jardinería, “Centre verd”.

Hace unos cuantos años, Castelló, que era una ciudad que en sus calles solamente tenía asfalto y poco más, (además de pocas zonas de recreo y jardines); decidió colocar en algunas de ellas, árboles que fueran representativos de nuestro entorno. Se decidió plantar carrascas y lledoners, acacias, algarrobos, plátanos de sombra o palmeras (algunas datileras), entre otros; perfecto.

Más adelante, y tal vez no se hizo antes porque en el término había muchos, se pensó en plantar naranjos. Buena idea e idea de color. Lógicamente no se plantaron las variedades de nuestros campos en las calles, sino la que permitía injertar esas variedades, el taronger bort. Al principio, más de una persona se creía que todo el monte es orégano, y cogía algunas, aunque su reacción al darle un mordisco era la que ustedes suponen; hay que decir que desde hace muchos años los ingleses las compraban en Andalucía para hacer su mermelada de naranja, nosotros las tiramos.

Pero ¿por qué lo la monotonía del verde? Tanto la carrasca como el lledoner (y casi todos los árboles, vaya) tienen las hojas verdes y en estos dos sus frutos, tras pasar por el verde, se tornan parduzcos o negros. Me temo que pocos se acordaran, si no peinan muchas canas (o son ya calvos), para qué se usaban els lledons i els canuts.
Y he aquí que se plantan naranjos. Como ustedes saben, también tienen hojas verdes y el fruto es verde. Pero ¡oh cielos! cuando madura toma un color al que llamamos anaranjado, un color que anima las tristes calles donde ese verde predomina.

Pero cuidado, aquí comienzan los protocolos y la acción (o inacción) de los políticos deturno. Antes, incluso, de la segunda quincena de este mes de enero, el personal encargado de estos temas, siguiendo esos protocolos imagino, inician la supresión de esas naranjas que hacía pocos días que habían tomado su color característico. Pueden ustedes pasar por la avenida del Mar, Tenería su otrasy verán (o irán viendo) ya los naranjos sin ningún fruto (si alguno se salva es por casualidad). Y verán las manchas en el suelo que se han producido cuando a algún operario, sinquerer, se le han caído al suelo, pues las depositan en el capazo que tienen en la escalera; en cambio, las que son acuchilladas para tirarlas al suelo manchan más. Y continuarán por las calles adyacentes y por el resto de la ciudad.

A mí me han dado razones para esa eliminación tan precoz de lo más diversas y variopintas; desde que algunos jóvenes las utilizaban para tirárselas, fent harca (como cuando éramos pequeños), hasta la denuncia de una señora por caerle una en la cabeza (¿tendría que ver con Newton?) o, sencillamente, porque al caer ensucian y manchan la calle (¿más que cuando se recogen?).

Hace algo más de tres de años, durante una jornada cultural por la ribera del Millars en Almassora, mi ciudad de nacimiento, con algunos miembros de su ayuntamiento entre otras personas, les comenté que en Castelló, mi ciudad adoptiva, habían plantado naranjos en sus calles y les pregunté si ellos lo habían hecho también en Almassora; me dijeron que la idea era muy buena y que ellos no los habían plantado. Pero, al decirles que desde enero eliminan las naranjas, me comentaron “¿Y, entonces, para qué los han plantado?” Sin comentarios.

Entendiendo las razones que puedan tener los servicios correspondientes para quitarlas tan pronto, he propuesto y propongo algo que reduce el tiempo de recogida y queman tiene el color anaranjado más tiempo y hace la ciudad menos monocolor:
“Que dejen las naranjas de las puntas”

Y no se preocupen por lo que pueda ocurrir cuando vayan cayendo al suelo las que se salvan; todos los días el servicio de recogida de basuras o cualquier probo ciudadano las podrá echar en los contenedores. La mancha que puedan producir, si se esclafan, será similar a las que hay y habrá ahora en el suelo delas calles,a pesar del cuidado con que se recogen, según sitios. Tengo entendido que en València las utilizan como alimento animal y aquí, también tengo entendido, que las depositan en un vertedero.

Pero, los políticos no hacen caso. No sé si alguno leerá este artículo. Yo he mandado instancias, he intentado hablar con los concejales responsables; alguno de ellos se preocupó mucho y quedó en llamarme, hace ahora cuatro años. Seguiremos, lo siento, con la triste monotonía del verde.

Si no quieren dejar esas naranjas en els colmos, les propongo que arranquen todos los naranjos; así se evitarán tener que quitarlas, porque ¿van a recoger las bellotas o los lledons de los árboles, con lo que un resbalón puede significar para el ciudadano y el ayuntamiento? Y por no hablar del aligustre, esos árboles que hay en diferentes calles y delante de algunos colegios, y que tienen unos hermosos racimos con pequeños frutos negros, tóxicos, que, al caer al suelo, dejan unas preciosas manchas negras durante bastante tiempo.

Hagan lo mismo con las naranjas; no actúen contra ellas por su color y tamaño. Es lo que pienso. ¿Y ustedes qué opinan?