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viernes, 19 de abril de 2024 | Última actualización: 18:34

Un oficio delicado

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

La profesión diplomática no es ni particularmente difícil ni tampoco fácil; podría considerarse más bien delicada. En la mayor parte de las Embajadas bilaterales, la clave para conseguir una misión exitosa radica en mantener una actitud prudente, estar atento a las novedades que se produzcan en el país de sede que puedan afectar al estado acreditante procurando no errar en el diagnóstico, proteger cuidadosamente a nuestros compatriotas que se encuentran visitando nuestra demarcación y poco más.

Con un mínimo de alerta y adecuada conexión con las fuerzas vivas del lugar, siendo puntuales, ejemplares y manteniendo la disciplina y el buen ambiente entre el personal de la misión, el éxito del puesto está casi asegurado.

Hay, sin embargo, algunos puestos que revisten mayor grado de complejidad. De entrada todas las Embajadas multilaterales -la Unión Europea, la OTAN, la ONU, la OSCE etc-en que las sesiones conjuntas fuerzan a un estado de alerta especial y a una capacidad de respuesta cada vez que los intereses de nuestro país se vean puestos en entredicho.

Dejando aparte aquellos países en que surgen contenciosos puntuales, como ocurre recientemente en Venezuela, Cuba y otros países impregnados del bolivarianismo, me atrevo a decir que hay tres países vecinos con los que las relaciones diplomáticas tienen siempre un punto adicional de complejidad y son, por orden creciente de dificultad, Portugal, el Reino Unido y Marruecos.

La relación con Portugal es excelente en todos los terrenos, compartimos en exclusiva el territorio de la península ibérica (con la excepción de Andorra y Gibraltar), hemos configurado un solo Estado durante no pocos años de nuestra historia, hemos rivalizado constructivamente en la navegación y en la civilizacion de tres continentes; poseemos un nivel de intercambio comercial superior al que tenemos con toda Hispanoamérica, compartimos la pertenencia a todas las instituciones euro-atlánticas.

Hay, sin embargo, un contencioso agazapado entre los dos países y es la soberanía sobre Olivenza la pequeña localidad extremeña de 12.000 habitantes, parte del territorio español desde la guerra de las naranjas a inicios del siglo XIX. Problema durmiente que no saldrá a la superficie mientras las relaciones bilaterales se mantengan en el excelente nivel en que lo están actualmente. Y confiemos en que seguirán estándolo.

El Reino Unido ha venido siendo un rival histórico con el que hemos chocado por tierra y mar, igual como con Francia, en los largos años en que competíamos por el supremacismo mundial. Como triste recuerdo de aquellas rivalidades, quedó Gibraltar, con sus 32 kms² y hoy con 32.000 habitantes, un contencioso que hemos dirimido y vencido en todos los escenarios políticos, diplomáticos y económicos posibles, excepto en el único que cuenta para Londres: el uso de fuerza.

La coincidencia de las dos potencias metropolitanas en la UE y en la OTAN hubiera sido un momento excelente para dirimir la cuestión, como también lo habría sido la negociación del Brexit. Todo parece indicar que el contencioso quedará ahí, pendiente entre los dos países por muchos años. Lo que no impide que soñemos con los millones de turistas británicos que recibimos anualmente y con el intenso comercio que existe entre ambos países.

Las relaciones con Marruecos son las más delicadas de los tres países mencionados. Ocuparon el Sáhara Occidental en una marcha verde movilizada en las horas bajas del final del franquismo; el monarca alauita se pone de los nervios si se recuerda la obligatoriedad de convocar un referéndum segun dictaminó la ONU en numerosas resoluciones. Marruecos es puente necesario para los deseos africanos de penetrar en Europa a través de España, abriendo Rabat la espita cada vez que España menta la ONU y los polisarios -como lo hizo muy inoportunamente el Vicepresidente segundo recientemente- y de paso, Mohamed VI nos recuerda la marroquinidad de Ceuta y Melilla con sus 170.000 habitantes. En el pasado nos entendimos mejor con Hassan II. En estos tiempos España es, de algún modo, rehén de Rabat.