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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 12:12

La verdad sobre el caso Puigdemont

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Me disculpo ante mi buen amigo Eduardo Mendoza por haberle medio robado el título de su brillante opera prima -“La verdad sobre el caso Savolta”- que desvela muchas de las interioridades del catalanismo, título que por cierto había sido sustituido por la censura de aquel año 1975 por el originalmente pensado por el autor que era “Los soldados de Cataluña” y que lo recuperó en la edición de la obra en 2015.

Carles Puigdemont es un político de derechas muy en la línea de Jordi Pujol y de los políticos de Convergencia Democrática que accedió a la presidencia de Cataluña en 2015 como solución de compromiso para desplazar a Artur Mas que se encontraba achicharrado debido a su proximidad al desacreditado Pujol y familia acosados por el escándalo de corrupción del 3%.

Tras promover el referéndum de independencia y el tsunami de 2017, Puigdemont se refugió en Waterloo logrando acceder al Parlamento europeo. Su ciclo político parecía agotado en 2020 ya que sus seguidores empezaban a flojear y su estancia en Bélgica comenzaba a resultarle personal y políticamente difícil.

Las elecciones del 23J y la falta de escrúpulos de Sánchez permitieron renacer al prófugo ya que los siete diputados que logró su formación -JXCat- resultaron decisivos para que el presidente pudiera mantenerse en la Moncloa. Comenzó así el vergonzoso proceso de chantajes al Gobierno que comenzó modificando el Código Penal, haciendo desaparecer el delito de rebelión, suavizándose los de sedición y malversación de fondos, revisando el de terrorismo y estudiando cómo podía lidiarse con el de alta traición, todo ello servido en el envoltorio de la Amnistía que en cuestión de días pasó de verse criticada por todo el equipo Frankenstein a conocer el aplauso colectivo de la izquierda.

Pero el caso Puigdemont sigue estando muy en el aire para recuperar la poltrona catalana ya que el PSOE tiene su propio candidato para el puesto - Salvador Illa, el ínclito ex Ministro de Sanidad de los tiempos duros de la Covid, el jefe de Fernando Simón, el que erraba más que una escopeta de feria- y el apoyo a Illa es difícilmente compatible con el que se aplique a los independentistas de Junts o ERC.

En ese mar de dudas se encuentra Sánchez recién pasado el fracaso de las elecciones gallegas, pensando en las vascas de abril y las europeas de junio, cuando inesperadamente el President Aragonés (ERC), aprovechando las vacilaciones sobre la Amnistía, ley que puede hacer subir puntos a Junts, adelanta las elecciones y las fija en el 12 de mayo. Grave dilema para Sánchez.

Porque si apoya a Illa y éste triunfa en la Generalitat, el PSOE podría perder el indispensable apoyo de Puigdemont y Junqueras. No es seguro que así ocurriera pues los separatistas con nadie se encuentran tan cómodos como con el actual equipo; pero si el riesgo de defenestración fuera grande para Sánchez, no cabe ninguna duda que un Illa, vencedor sin mayoría absoluta, sería sacrificado en favor de los separatistas como ya lo fue hace tres años. Con ello Sánchez se quedaría con La Moncloa, con Asturias y con un barón en Castilla La Mancha, García-Page, cada vez más crítico con las irregularidades de su jefe.

Puigdemont tendrá que hacer campaña desde Francia o Bélgica, pero si vence tendrá que venir a tomar posesión en Cataluña, momento es que es posible sea llevado ante los tribunales si es que la Amnistía no cubre todos y cada uno de sus delitos.

Después de siete años comiendo moules&frites sería bien triste desenlace para él, pasar una temporada en la trena que logró esquivar gracias al maletero de su coche.

Les confesaré algo. También yo, como Mendoza, tenía pensado otro título para esta columna basado igualmente en un clásico -Fernández Flórez- “El malvado Puigdemont”. Pero me autocensuré.