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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 09:32

Funeral por los fallecidos por el coronavirus

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Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.

Estamos viviendo momentos de dolor, de sufrimiento y de obscuridad. Hemos sufrido muy de cerca la muerte de familiares, amigos y conocidos a causa del Covid-19. Ahora que ha amainado la pandemia y las circunstancias lo permiten, como Iglesia diocesana queremos rezar por todos los muertos a causa del coronavirus; es un deber de caridad cristiana orar por todos ellos. Será el próximo sábado, día 27 de junio, con un Funeral en la Concatedral de Castellón a las 11:00. En cada Misa se actualiza la muerte y resurrección de Cristo para la vida del mundo, fuente de esperanza y de consuelo.

En estos momentos miramos a Dios y confesamos nuestra fe: “Señor yo creo en la otra vida, la eterna”. Porque esta vida terrenal se nos va de las manos; lo hemos visto estos días con toda su crudeza. Esta vida hemos de cuidarla y vivirla al servicio de los demás; es buena y bella, porque está hecha por Dios. Pero cuando la muerte llega por sorpresa y tan numerosa, nos parece injusta. Y en realidad es así. La muerte no la ha inventado Dios. Dios es el Dios de la vida, un Dios de vivos y no de muertos. Y su Hijo, Jesús, ha muerto para mostrarnos que la muerte ha entrado en el mundo a causa del pecado humano. Él se ha ofrecido libremente en la Cruz por los pecados de todos. Ha hecho la misma experiencia de la muerte; y la sufrido y vivido por amor hacia todos. Y, resucitando, ha vencido la muerte. Su resurrección ha sido como el premio que Dios Padre ha dado a su Hijo por su entrega libre y por amor hasta la muerte. Nadie más que Él ha vencido la muerte. Así nos ha abierto el camino de la vida eterna.

La muerte es nuestro problema fundamental en el camino por esta vida. La fe y la oración nos abren un portillo de luz y de esperanza en Dios. Dios no se desentendió de la muerte de su Hijo como tampoco lo hace de la nuestra. Dios ha estado muy cerca de los que han sufrido la enfermedad de la pandemia y la muerte. Ha venido en su ayuda para ofrecerles en Cristo otra vida: la vida que no acaba. A partir de esta certeza de fe oramos a Dios por nuestros hermanos difuntos ofreciendo por ellos el Misterio pascual. Pedimos a Dios que les colme con el gozo que les tenía preparado desde siempre, después de purificarse si han de hacerlo. Por ello oramos a Dios, Padre de Misericordia.

La persona humana no es un ser para la muerte, sino para la vida eterna y feliz. En el sufrimiento no olvidemos que nada, ni tan siquiera la muerte, nos puede separar del amor de Dios, ofrecido en Cristo, muerto y resucitado. Él es nuestra esperanza y nuestro consuelo. Dios nunca nos abandona.