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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 21:59

Cuidemos la casa común

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Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.

‘Manos Unidas’ celebra su campaña anual en la lucha contra el hambre en el mundo y por el desarrollo de los pueblos más pobres. El lema de este año, “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”, muestra la íntima relación entre el hambre y la pobreza, y el deterioro del planeta. Los pueblos más pobres son también los más afectados por la crisis medioambiental. Manos Unidas se hace eco de esta situación y cuestiona nuestros modos de vida y de consumo insolidarios e insostenibles.

Es innegable la ‘crisis ecológica’; la muestran fenómenos como el cambio climático, la desertificación, la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de mares y ríos o la pérdida de la biodiversidad, entre otros. Todo ello repercute en el ejercicio de derechos humanos como el derecho a la vida, a la alimentación, a la educación, a la salud y al desarrollo humano y social. Además, muchas personas tienen que abandonar su tierra por el deterioro medioambiental

El papa Francisco, en su Encíclica Laudato si', nos urge a poner remedio a los males medioambientales y al problema de injusticia social, unido a ellos. El auténtico desarrollo humano y de los pueblos peligran cuando se abusa de la tierra. Es necesario volver nuestra mirada a Dios. “Y vio Dios que era bueno”, nos dice el libro del Génesis (1,25). La tierra, las aguas, los árboles, los animales y el ser humano: todo es hermoso y bueno a los ojos del Creador. La tierra es un don de Dios, en cuya cima ha situado al hombre y a la mujer para ‘llenarla’ y ‘dominarla’ como ‘administradores’ de Dios (cf. Gn 1,28).  Este encargo original es una llamada a la responsabilidad. Somos administradores, y no dueños de la creación. El ser humano no puede disponer de ella a su arbitrio, sino ha de administrarla con responsabilidad, justicia y solidaridad, de modo que todos dispongan de lo necesario para vivir con dignidad.

Por desgracia, la respuesta humana a este regalo de Dios ha estado marcada por el pecado, por el egoísmo y la codicia. No todo cuanto pueda hacerse técnicamente, debe hacerse; no cualquier medio es lícito para lograr el propio interés; no se puede consumir a costa de todo y de todos. Hemos olvidado lo que realmente importa y hace bien a las personas: la justicia, la caridad, la solidaridad, el respeto y la sobriedad. Los frutos de la tierra han de beneficiar por igual a toda la humanidad, la de hoy y la de mañana. Eso implica, además de un reparto justo de los bienes, el compromiso de evitar todo aquello cuyo impacto deteriore el medioambiente. Esto pide programas de desarrollo que sean justos en la lucha contra la pobreza y respetuosos con el entorno. Esto nos llama a cambiar nuestra mente y nuestros hábitos de vida y de consumo insolidarios e insostenibles. Acojamos y apoyemos la Campaña de Manos Unidas.